Determinismo (aún no sé odiar)

Hay amores efímeros, o los que se miran a lo lejos y lloran, o los que se están empezando a amar, o los que están terminando de amarse, o los que vuelven no vuelven sí vuelven, o los que se esconden, o los que hablan a la radio a las doce de la noche esperando a que el otro escuche -pero el otro está dormido-, o los que perdonan y dejan de amar, o los que aman pero no perdonan, o los que rompen la distancia el tiempo y trascienden a moléculas cósmicas.

Y sin embargo, los amores son sólo comprobables en el último latido del que ama, en esa retrospectiva final que dirige todo hacia el otro, como vivir con el otro y morir con el otro (sea cerca, lejos, un rato o toda la vida), tal cual se nace del amor, para el amor, con amor, o dependiendo del caso, con odio.

Supongo también el odio ha de ser comprobable sólo si está presente en esa retrospectiva anterior a la muerte. Supongo, porque en realidad no lo conozco. En cambio, conozco la indiferencia, que serían todas esas visiones que no caben en la retrospectiva fugaz. La indiferencia entonces, podría ser la Nada y todos nosotros -tristemente- capaces de ser parte de ella y capaces de sentirla, pero al menos a mí, me quedaría un consuelo: no moriré odiando a nadie, mi naturaleza me lo impide.