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miércoles, 19 de julio de 2023

Orcas asesinas y el submarino Titan.

"Quiero una muerte tonta, 

de esas que nadie se explica" 

-Los Punsetes.

Mientras las redes sociales explotaban con noticias, especulaciones y memes sobre lo que pudiera haberle sucedido al submarino Titan, el sumergible había ya implosionado el 18 de junio de 2023. Con veintidós pies de longitud, era del mismo tamaño que una ballena orca adulta.

La noticia estaba en todas partes, iba completándose, a manera de rompecabezas, con cada dato que los medios revelaban al público. 

Primero hubo esperanza: quedaban unos días para que el oxígeno que alimentaba al tanque y daba vida a sus pasajeros, se terminara. Las brigadas de apoyo buscaban incansablemente en el fondo del mar. Yo imaginaba a las cinco personas a bordo sudando, en crisis, perdiendo la cordura entre la falta de alimento y el olor pestilente de sus heces, pues en las noticias escuché que el baño sólo tenía espacio para un galón de desechos.

Después, alguna noticia fatalista anunció: "se ha acabado el oxígeno en el Titan, sus pasajeros están oficialmente muertos". Una película de espanto, de esas donde se lucha por la vida a costa de quien sea o lo que sea. ¿Pero qué podían hacer esos cinco pobres millonarios, encerrados con tornillos en una cápsula en medio de la vastedad del mar?

Finalmente, se develó que la nave había implosiando un par de horas después de iniciar su descenso. "Murieron sin dolor", se dijo. Ni remotamente cercano a la angustia que suponía imaginar a sus pasajeros luchando durante días por el oxígeno, mas debió haber sido terrorífico enterarse de los problemas técnicos que afrontaba la nave: estaban atorados -según se lee en el registro de comunicación con la torre de control que los monitoreaba-, escucharon estruendos causados por la presión del agua sobre el metal, los indicadores de estatus estaban en rojo, el comandante trataba de tranquilizarse, de tranquilizar a los otros. La nave, que debía subir a cierta velocidad, no parecía alcanzar la cifra anhelada. Se iba perdiendo la esperanza de volver a la superficie, promesa por la que pagaron 250 mil dólares en un contrato que, con "letra chiquita", hablaba del riesgo de perder la vida en el viaje. Más ruidos ensordecedores: el Titan colapsaba.

La explicación mediática, con videos de ejemplificación, señaló que la implosión sucedió en  cuarenta milisegundos, a una temperatura mayor a la del sol. Pensar esto despertó en mí una manera distinta de horror, una especie de pesadilla en la vigilia que me persiguió por días. Me imaginaba ahí sentada, quizá mirando por la ventanilla hacia dentro de la inmensidad oceánica, sin alcanzar a sentir dolor o a mirar mi cuerpo desintegrarse. ¡Pum! Ya no estoy ahí, ni en ninguna parte. Como en esa serie de Netflix, Russian Doll, donde el personaje que interpreta Natasha Lyonne muere veintiséis veces de las maneras más absurdas, en una fantasía ciencio-ficticia donde lo último que ella mira es un taxi embistiéndola, o la explosión de una estufa de gas, o la profundidad de una alcantarilla a la que cae. Ella siempre despierta en otra vida. Pero en la realidad, al menos hasta donde sabemos, después de morir no hay nada. Ahí es a dónde fueron a parar nuestros cinco millonarios, incautos de que esa mañana, en la cual planeaban ver las ruinas del Titanic, se convertirían en ruinas ellos mismos, partículas microscópicas que por lo menos alimentarían a los seres marinos.

Aquellos días soñé varias veces con el Titan. Mientras hacía mis actividades diarias lo recordaba, me gustaba detenerme un momento e imaginar cómo había sido el último segundo de sus tripulantes. "Ahora estoy viva. Ahora ya no". Me perturbaba, pero a la vez me fascinaba, lo pequeñísima y frágil que es la vida humana, aún la de esas personas que según nuestro sistema capitalista valían más que yo, pues poseían mucho más de lo que yo poseeré nunca. Lo pienso sin ningún afán grandilocuente, simplemente observando cómo la Madre Naturaleza, en su omnipotencia, pudo acabar con cinco de los hombres más ricos del mundo en un tronido de dedos.

También por aquellos días fue que llevé a mi hija al parque de diversiones SeaWorld. Había un mural de madera construido y pintado a manera de submarino, con un hueco en la cabina del dibujo, detrás del cual se suponía que nosotras, turistas, nos pusiéramos para sacar una foto. Un desasosiego me invadió. Pensé en el Titan, como si le guardara algún tipo de luto en el cual, meterme yo a un submarino de mentiras representaba una afrenta, aunque era más bien un recordatorio de mi propia y perecedera humanidad. Igual nos metimos y sacamos la foto.

Más tarde, al ver el show en el cual dos magníficas orcas hacían malabares en un tanque de apenas unas veinte veces su tamaño, algo más profundo se movió en mí. Me entraron unas ganas incontrolables de llorar. "Ésta es Takara, de treinta y dos años", dijo la entrenadora, señalando a una de ellas. Casi mi edad. "Éste es Tuar, quien nació aquí en SeaWorld hace veinticuatro años". Yo derramaba lágrimas que me limpiaba pronto para que mi hija no las viera. "Veinticuatro años siendo un esclavo", pensé. Recordé la noticia de las orcas salvajes que, apenas hacía unos meses, había dado la vuelta al mundo, pues atacaron y hundieron tres yates en Gibraltar: yates de gente rica como las cinco víctimas del Titan, o como la mayoría de los ahogados en el Titanic en 1912, o como los dueños de SeaWorld. Pensé en Shamu, la orca actriz que en el filme Liberen a Willy de 1992 me había otorgado una consciencia medioambientalista siendo yo apenas una niña, fue entonces cuando entendí que los animales en parques acuáticos no eran más que prisioneros del capitalismo circense.

Shamu se me presentaba ahora en las figuras de Takara y Tuar, las dos ballenas malabaristas que, como Willy, esa noche nos pedían ayuda con sus imponentes presencias. Pensé en el tráfico humano. En la prostitución infantil. En la esclavitud moderna. En los migrantes que perecen cada año tratando de llegar a un país con mejores oportunidades. Volví a Tuar, a Takara, percibí el síndrome de estocolmo que presentaban ante sus entrenadores. Sentí su sufrir. Las escuché decirme, en un lenguaje del corazón, que hiciera algo por ellas. 

¿Cómo les puedo ayudar? Me pregunté. 

Me lo sigo preguntando. Por ahora, simplemente expando la consciencia, reflexionando para mí, para los otros -como hago escribiendo este artículo- sobre cómo puedo mirar más hacia el planeta, la naturaleza y su doble condición de creadora/destructora. Sobre cómo tener presente la doble condición creadora/destructora del ser humano en su ambición por conquistarlo todo a través de la tecnología. Pero no somos más que eso: simples humanos. "La tecnología es sólo un reflejo del ego de nuestra especie", me dijo un amigo hace poco, cuando le contaba mis inquietudes sobre el Titan y las orcas esclavas. 

Lo es. Creo que la enseñanza para mí, es que debo bajarle a mi ego humano. Debemos, como colectivo, pero empezando yo como individual, analizando la manera en que mi presencia le afecta al planeta. Porque sólo entendiendo que todos estamos interconectados, que somos parte de un mismo cuerpo (la Tierra), lograremos tratar al planeta con cuidado y amor. No vivimos sin los demás y los demás no viven sin nosotros. La naturaleza nos conforta tanto como pudiera matarnos, si quisiera. Combatir ese ego nocivo (pues también existe un ego constructivo) equivale a dar un primer paso hacia dejar de contribuir a nuestra propia destrucción.

sábado, 1 de julio de 2017

2da parte: 12 películas para mujeres que pronto tendrán 30 años

Crecer te saca de tu zona de comfort, especialmente cuando tienes que dejar la comodidad, diversión y romanticismo de los 20, para enfrentar la realidad como una mujer de 30. Tu mente dice "venga, sigamos en el desmadre", pero tu cuerpo te castiga con terribles resacas, achaques, muelas del juicio. Continúas sintiéndote una chavalita, pero la sociedad te exige que te comportes como una mujer, que hagas algo importante con tu vida. ¿Comprometerte para siempre o quedarte soltera? ¿Tener hijos o estudiar un doctorado? ¿Irte a vivir sola o seguir dependiendo de tus viejos? Son preguntas que urge resolver a esta edad. Empezar a ahorrar para una casa, pagar deudas, tener un trabajo en el que no te valoran, mientras recuerdas los años en la preparatoria, cuando tu única preocupación era pasar las materias. Quizás eras la primera de tu clase o te graduaste Cum Laude, quizá en la uni descubriste que eras buena para algo y, cuando todo parecía tan fácil, te graduaste, creciste, llegó el futuro y te enseñó que life's a bitch

Este conteo de 12 películas independientes está ordenado desde aquellos filmes que tratan sobre chicas viviendo los primeros años de la década de sus 20 (primera parte), a aquellos que examinan la entrada en la década de los 30: 


6. Miss Stevens (Estados Unidos, 2016), la encuentras en Netflix: Rachel Stevens tiene 29 años y es maestra de preparatoria. Le toca llevar a tres estudiantes a una competencia de teatro fuera de la ciudad. Los muchachos, por ser adolescentes, se encuentran en esa etapa donde uno comienza a construir su identidad y cada uno posee su propia personalidad estereotípica: Margot la nerd, Sam el alegre y Billy, el sensible, casi oscuro. Con éste último Miss Stevens (Lily Rabe) encuentra afinidad debido a que, a pesar de sobrepasarlo por más de diez años, ambos transitan por crisis existenciales similares de sufrimiento y soledad. El hecho de que maestra y alumno compartan sus sentimientos uno con el otro, permite al espectador comparar ambas crisis de acuerdo a la edad que tienen: mientras Billy es impulsivo y aún no sabe dilucidar entre lo que está bien y lo que está mal (pues, dicho sea de paso, a esa edad no está desarrollada la corteza prefrontal del cerebro, la que se encarga de medir las consecuencias), Miss Stevens logra controlar mejor esos impulsos, aunque no sin esfuerzo. Se trata de una mujer que tiene su vida material más o menos resuelta: trabajo, automóvil, departamento, pero acaba de perder a su madre y esto la tiene hundida en un caos emocional, pues al carecer de alguien que cuide de ella -una mamá, una pareja o amigos-, se vuelve a convertir, simbólicamente, en una adolescente que deberá salir adelante y dejar atrás sus temores.


5. Lifeguard (Estados Unidos, 2013), la encuentras en Netflix: Otra más para las que aún nos emborrachamos en fiestas y pensamos que son guapos los muchachos de veintidós: no es que nos neguemos a madurar, es que simplemente no es fácil volverse adulta de la noche a la mañana. Eso le sucede a Leigh (Kristen Bell), protagonista de Lifeguard, una mujer de 29 años que, tras una vida de "logros" (o a lo que le llamamos logros en nuestra sociedad, como dar el discurso de graduación, mudarse a la gran ciudad y obtener un trabajo en un importante periódico), un día se da cuenta que no es feliz. Así, renuncia a su vida en Nueva York y regresa a su pueblito natal a encontrarse a sí misma. Ahí volverá a su trabajo de juventud como salvavidas en una piscina. Sin darse cuenta, ella y sus amigos de la prepa -chavorrucos como ella- estarán viviendo esa fase juvenil de salir a deshoras, involucrarse en drogas y juntarse con "malas influencias", dándole un fuerte dolor de cabeza a sus padres o a su esposo, en el caso de Mel, la mejor amiga de Leigh. Los tres adultos jóvenes que aparecen en esta comedia dramática (Leigh, Mel y su amigo Todd) se hallan en crisis-de-cuarto-de-siglo cada quien a su manera. Mientras Leigh se justifica bajo el hecho de que nunca vivió esa etapa de rebeldía cuando fue más joven (por haber sido siempre una nerd dedicada a sus estudios), los otros dos personajes también tienen sus propias razones y dilemas existenciales, lo cual demuestra que son contratiempos comunes de los casi-treinta en nuestra época.



4. Metalhead (Islandia, 2013), la encuentras en Youtube: Esta va para aquellas que alguna vez en nuestra pubertad intentamos ser cool para agradar a los demás (o asustarlos, según sea el caso). El caso de esta película es más radical. Hera, una joven de familia campesina, pasa por la tragedia de ver morir a su hermano, quien escuchaba a Motorhead y usaba playeras de Judas Priest. En una especie de tributo a él, a los 12 años quema toda su ropa de niña y crece vistiendo las prendas negras que él dejó atrás, escuchando música metal y tocando la guitarra eléctrica. Así llega a los casi-treinta convertida en una reina del black metal. Hera trata de ser cool para agradar a alguien que ya ni siquiera vive. La sensación de que "Dios es injusto" es su leiv motiv pero a la vez lo que le impide construir una vida estable. Este filme lidia con el tema de la pérdida de un ser querido y lo devastador que puede ser para una joven cuya personalidad está en construcción. Sus padres, desesperados por su rebeldía y su incapacidad de comportarse no sólo como una chica normal, sino como una de 30 años, buscan ayuda con el sacerdote local, quien resulta ser aficionado del heavy metal. Es obvio que Hera se enamorará de él, tan sola y aislada como se encuentra, pero el padrecito no siente por ella más que la compasión de un pastor por su oveja. Todos estos conflictos -la pérdida de alguien que amas, el rechazo de un enamorado, el sentir que no perteneces, que eres diferente a tu familia, a tu sociedad, la impresión de haber nacido en el lugar equivocado y las ganas de querer largarte de donde estás- pueden desatar tu ira si eres una chica como Hera. Si no eres tan extremista, al menos quedarás exhausta y triste hasta que, como ella, descubras tus talentos, encuentres tu propósito y tu lugar en este mundo.


3.  Lola Versus (Estados Unidos, 2012): Protagonizada por Greta Gerwing (la misma que encarnó a Frances Ha), Lola es una muchacha a punto de cumplir los 30 años cuando el único novio que ha tenido en toda su vida -ahora su prometido-, la bota a pocos días de casarse. Éste momento dispara su crisis de edad, porque a los 30 una cree que ya debió haber alcanzado sus sueños: te has graduado de la uni, quizá empezaste un posgrado, el siguiente paso es casarte y preparte para lo que sigue: los hijos, ¡y a vivir feliz para siempre! ¿No? Saber que debes empezar de cero... ¡horror! De la noche a la mañana los planes de Lola para un futuro brillante se le vienen abajo, esto dispara en ella obsesiones compulsivas, como devorar comida chatarra, revisar su teléfono cada minuto o ir a fiestas a buscar el amor (más bien sólo necesita un poco de atención para no sentirse sola). Es así como termina hiriendo a su nuevo prospecto amoroso, cuando éste descubre que se acaba de acostar con otro. Aquí Lola se excusa con una de mis frases favoritas en el cine de comedia: hey, no te vayas, soy medio puta, pero soy buena persona. Ya que somos mujeres fuertes del siglo XXI, como Lola buscaremos ayuda en amigos, terapeutas e incluso brujas o chamanes, hasta que comprendamos que las respuestas no vienen de afuera, sino que están dentro de nosotras mismas.


2. Slow Learners (Estados Unidos, 2015), la encuentras en Netflix: Esta peli me encantó. No se trata sólo de una mujer treintona, sino que incluye a un co-protagonista masculino que sufre la misma crisis de edad. Aunque aquí la crisis es a la inversa. En lugar de haber vivido la fiesta y la locura a los veinte y llegar a los treinta incapaces de dejarla, estos dos muchachos son unos geeks con vidas aburridas. Profesores de educación media (¡como yo!), un verano de repente comprenden que les falta sazón a sus vidas. Es así como se proponen cambiar para convertirse en gente en onda y poder acceder a cosas divertidas como el sexo, la moda, la vida refinada, la popularidad en los bares y... ¿ya dije el sexo? Sin embargo, integrarse a la sociedad les cuesta muchísimo por tratarse de un par de inadaptados: deberán leer libros, instruirse con reality shows y tomar lecciones provenientes de verdadera gente cool para lograrlo. Como buenos nerds, alcanzarán sus objetivos, sólo para descubrir que es más valioso ser auténticos que vivir bajo las normas de una sociedad cambiante y frívola. La peli se titula Slow Learner como una ironía, la frase se traduce literalmente a "estudiante de lento aprendizaje" y es un término que en educación se le otorga a niños con problemas didácticos.


1. Young Adult (Estados Unidos, 2011): "Todos crecemos, pero no todos crecemos", dice el trailer de esta película donde la conocida actriz Charlize Theron interpreta a Mavis, una mujer en los primeros años de sus treinta que, como muchas de las protagonistas en este listado de películas, vuelven a su ciudad natal después de haber vivido en otra ciudad, cargando con un bagaje de insatisfacción personal, por lo que se encuentran a la cacería de su realización personal, en la búsqueda de esa tierra prometida de estabilidad y éxito que algunas mujeres creemos encontrar en la profesión, otras en las amistades y otras en la familia o el amor. Pero Mavis es diferente a las demás chicas de este conteo por el simple hecho de que desde las primeras escenas el espectador comienza odiándola. Un poco en la línea de Lifeguard, esta mujer regresa y conecta con sus compañeros de la preparatoria -quienes no la tienen en buena estima- y se obsesiona con recuperar a su ex-novio Buddy (Patrick Wilson), ahora convertido en un hombre felizmente casado y a la espera de un bebé. Esto no será impedimento para la sicótica Mavis. A diferencia de Leigh en Lifeguard quien durante la prepa fue la nerd, o de los protagonistas de Slow Learners quienes fueron los perdedores, Mavis fue la porrista popular, atractiva, invitada a todas las fiestas y que siempre se salía con la suya. Pero muchos años han pasado de eso y aunque su cuerpo sea ahora el de una mujer adulta, su mente sigue siendo la de una adolescente caprichosa, megalómana e insoportable. A medida que ella queda como estúpida en cada situación que enfrenta, la espectadora de esta película se ríe de su inmadurez o a veces siente pena ajena, sabiendo que en el fondo también quedan residuos en nosotras de esa niña mimada y voluntariosa que se niega a crecer.

domingo, 26 de marzo de 2017

1era parte: 12 películas para mujeres que pronto tendrán 30 años

Tengo treinta y un años. Mi crisis-de-cuarto-de-siglo se prolongó desde los veintiséis hasta ahora que -¡por fin!- voy de salida. A continuación, la primera parte de una lista de 12 películas independientes. Todas ellas reflejan los conflictos existenciales por los que debemos transitar durante ese período intermedio entre la adolescencia y la adultez. Pertenecen al género que en inglés llaman coming of age y las protagonistas son chavas de edades entre los veinte (primera parte) y los tempranos treinta (segunda parte). 

Sirvan estas comedias como piezas de arte inspiradoras, con el fin de hacer ver a las lectoras que nuestras crisis no son porque estemos locas, sino porque somos humanas, que la incertidumbre, la histeria y la confusión pasarán, como todo pasa. 

12. Adult World (Estados Unidos, 2004, la encuentras en Netflix): No me pareció tan buena pieza cinematográfica pero es entretenida al punto de las carcajadas y retrata muy bien el comportamiento pretensioso de la mayoría de los jóvenes con aspiraciones artísticas, sobretodo los recién egresados de la uni, quienes deben enfrentarse solos a un mundo hostil. Amy (Emma Robberts) es una chica ingenua y tan idealista que aún cree que es posible en pleno siglo XXI ser una "poeta maldita" y vivir de la misma forma en que vivieron ídolos literarios suyos como Sylvia Plath. Esa es otra característica de la edad: pones en pedestales a tus maestros o a quienes admiras (como Amy lo hace con el poeta fracasado Rat Billings -una rata humana, cual su nombre lo indica, protagonizado por John Cusack-). La prepotencia de la joven mezclada a su cándida estupidez, le impiden ver cuándo están abusando de ella y cuándo está quedando como una imbécil. No tener dinero, negarte a recibir apoyo de tus padres, no tener talento, no tener planes para el futuro salvo sueños fantásticos que difícilmente se cumplirán -aunque aún no lo sepas-, son desvelos cada vez menos importantes a medida que creces, consigues trabajo, adquieres independencia y recuperas tu autoestima, quizá auto-afirmándote a través de un novio que te respete o de un maestro que, por las malas, te haga poner los pies en la tierra.


11. Little Sister (Estados Unidos, 2016, la encuentras en Netflix): Colleen, ex-gótica de unos 21 años, se encuentra en el noviciado para convertirse en monja. Debe volver a su ciudad de origen y lidiar con problemas familiares que incluyen a una madre que fue suicida -ahora adicta a las drogas recreacionales-, un papá con infantilismo y un hermano a quien acaban de dar de alta del hospital donde convaleció por meses tras haber sido víctima de un bombazo en la guerra de Iraq, mientras servía a las fuerzas navales norteamericanas. Entre referencias políticas en donde la campaña de Obama es protagonista (retratando ese Estados Unidos asqueado de lo mismo, en incertidumbre por un cambio), la peli se desarrolla cuando Colleen (Addison Timlin) retoma su estética gótica con el fin de elevar el ánimo de su hermano Jacob (Keith Poulson), deformado por las quemaduras y con la autoestima por los suelos. Ser góticos era algo que compartían cuando estaban en la escuela y, a la distancia de los años, el espectador comprende por qué en el pasado este par había adquirido, por decisión propia, esa estética de "monstruos", mientras que ahora Jacob no tiene otra opción salvo ser uno. Al regresar a su era gótica Colleen intenta recordarle a Jacob cuán acostumbrados estaban a ser "los raritos", a lidiar con el mundo desde la perspectiva de la otredad (y en un plano simbólico ellos representan a los demócratas que, en la vida real, votaron por Obama: grupos minoritarios, oprimidos, marginales). Así pues, en la peli, el pasado se aborda desde la perspectiva fresca y objetiva del presente: mientras los adultos aparecen completamente cambiados (por pertenecer a otra generación y a otra época política, y vaya, vivir otra etapa de sus vidas), los jóvenes siguen exactamente igual que cuando adolescentes, excepto por Colleen y Jacob, cuyas experiencias de vida dolorosas los han obligado a madurar.

10. Tiny Furniture (Estados Unidos, 2010, la encuentras en Netflix): Parecida a Adult World, esta peli trata de una chica que se encuentra en el limbo entre salir de la universidad y entrar en el mundo laboral, en ese espacio en el que no tienes nada qué hacer ni idea de lo que harás: has dejado tu vida (si alguna vez tuviste una) en la ciudad donde estudiaste y vuelves a casa para encontrar que no encajas en ninguna parte porque, para empezar, por eso te largaste de ahí a la primera oportunidad que tuviste, aunque en la uni tampoco corriste con suerte  y te cuestionas si alguna vez las cosas han ido bien para ti. A diferencia de las protagonistas de los filmes anteriores, quienes al menos se regocijan en su miseria y terminan siendo heroínas, la protagonista de Tiny Furniture, Aura (Lena Dunham, también autora del guión y directora de la peli) es otro tipo de "perdedora", yo diría que una real: no tiene una pasión o un interés específico, posee nula inteligencia social y emocional, pero al menos sabe que merece algo mejor y hace múltiples intentos, aunque fallidos, por conseguirlo. Incluso el espectador llega a sentir vergüenza ajena con sus hazañas. Es así como la película resulta catártica: al hacernos pensar que, no importa cuán mal vaya nuestra vida, siempre habrá a quienes les va peor. No importa cuán perdedora te sientas, siempre habrá gente que es perdedora y ni siquiera lo sabe. Aura está rodeada de personas aparentemente exitosas, quienes la hacen ver aún más estúpida, pues tienen un propósito de vida y se aferran a él, aunque en el fondo todos sean igual de losers que ella. Es aquí donde el filme te hace cuestionar: ¿hay quién sea verdaderamente "ganador" o la vida se trata de ese lapso interminable en el que uno hace el esfuerzo por no estar tan mal, y ya?

8. Wild (Estados Unidos, 2014, la encuentras en Youtube)Cheryl (Reese Whiterspoon) es una chica cuya vida había sido común: familia no funcional, madre que trabajaba como maestra, un solo novio y un empleo de mesera mientras asistía a la Universidad de California en Berkeley (de las mejores del país, lo que da la impresión de que la chava tuvo ambiciones alguna vez). Con apenas 22 años y un montón de deudas estudiantiles, sobrelleva la muerte por cáncer de su madre. A partir de entonces se entrega a una vida de excesos que destruye su matrimonio y la hace sentir como mierda excepto en los ratos que tiene sexo o se droga, actividades sobre las cuales orbita su existencia. En este escenario llega a los 26 años, cuando comienza la película: decide dejarlo todo y embarcarse en un recorrido a pie que cruza las áreas silvestres de los estados California, Oregon y Washington. Debe luchar por su supervivencia y experimentar la vida en el descampado, pernoctando en su casa de campaña, con libros y una lámpara como únicos compañeros. Debe tocar fondo, aprender a valorar cosas básicas como un baño o una cama. En el viaje vivirá aventuras, pero lo importante es que irá dejando atrás el peso de su pasado, reflejado en recuerdos fragmentarios y simbolizado con la gran mochila de acampar que carga y la cual, a medida que avanza, se va haciendo más ligera.

9. Frances Ha (Estados Unidos, 2012, la encuentras en Netflix):  Frances aspira a ser una gran bailarina. Se graduó de Artes con especialización en Danza y ahora, a sus 27 años, se encuentra tocando puertas para tratar de hacer una carrera a partir de su pasión. Recordemos que estudiar una carrera no significa tener una carrera: es algo que se construye poco a poco, con perseverancia y efusión, dos cualidades que Frances posee. A pesar de que Frances (Greta Gerwig, pareja sentimental del director de la movie, Noah Baumbach) es un poco como Aura de Tiny Furniture (se desenvuelve mal en la sociedad, es inmadura,  caprichosa, impulsiva y en veces torpe), Frances tiene un propósito y no está dispuesta a darse por vencida tan fácil. También es uncool como Aura, no es chida. Rodeada de yuppies egocéntricos y aspirantes a artistas, debe sobrevivir en ese mundo competitivo con poco dinero y trabajos mal remunerados (dando clases de ballet a niñas pequeñas o de mesera en su ex-universidad). Como ella, fuimos muchas a los veintitantos años: adultas que siguen comportándose como niñas, persiguiendo un propósito sin saber bien cómo alcanzarlo. Esta peli nos enseña que los malos ratos pasan y que, tarde o temprano, habremos de madurar. ¿Alcanzaremos o no nuestros sueños? Puede que eso deje de importarnos después de pasar los veintitantos.

7Before Sunset (Estados Unidos, 2004): La segunda parte de una trilogía romántica en la que una pareja de distintos países se encuentra y se enamora en Europa. En el primer filme, de 1995, titulado Before Sunrise (Antes del Amanecer), una pareja de jóvenes veinteañeros formada por Jesse (Ethan Hawke) de Estados Unidos y Céline (Julie Depy) de Francia se conoce en un tren. Juntos recorren, durante una noche, las calles de Viena, pues ambos deben continuar al día siguiente rumbo a diferentes zonas geográficas. Su recorrido incluye inocentes aventuras y pláticas filosóficas sobre preocupaciones propias de los veinte años. Se enamoran y prometen volverse a encontrar un año después, sin intercambiar números telefónicos. La película que habría que ver durante la crisis-de-los-treinta es la secuela, Before Sunset, que al español se traduce Antes del atardecer. Aquí Jess viaja a Francia a presentar su libro pues, después de todos esos años se ha convertido en escritor. Durante su visita se reencuentra inesperadamente con Céline, quien asiste a la librería donde él dará autógrafos. El espectador descubre que no se vieron un año después de su encuentro en Viena como lo habían prometido. En esta segunda película, Jesse debe tomar un avión justo al atardecer, por ello, se apresuran en ponerse al día contándose todo lo que ha sucedido en aquellos años, es así como la conversación -naturalmente filosófica entre ellos- discurre sobre inquietudes de treintones: las responsabilidades, el matrimonio o la soltería, la profesión, el trabajo, el desencanto, los cambios en el cuerpo y, por supuesto, el amor. La posición de Céline ante la vida es por el momento desesperanzada: tras haber sido (y seguir siendo) una idealista,ahira tiene que enfrentarse a la crudeza de la realidad. Escucharla resulta familiar para cualquier joven adulta de temperamento sensible.

jueves, 8 de enero de 2015

Under the Skin, ser ajena en el propio cuerpo.

Under the Skin (Bajo la Piel), dirigida por Jonathan Glazer, comienza como muchas otras películas de ciencia ficción, en medio de una acción que da continuidad a hechos desconocidos para el espectador; es decir, no se sabe qué fue lo que pasó antes, sólo se observa a un hombre bajar de una motocicleta para ir a recoger el cuerpo inerte de Scarlett Johanson. Lo lleva a una casa que por fuera parece común, pero por dentro resulta ser una especie de plantel espacial donde otra Johanson, desnuda, se va vistiendo con la ropa de la Johanson muerta. A partir de esta exploración del elemento del "doble", el director comienza a jugar con los ingredientes clásicos del género fantástico, trastocándolos, como veremos, de manera especial.
     Johanson interpreta a una mujer vestida con ropa más o menos vulgar, que maneja una camioneta de carga. Se dedica a recoger peatones del sexo masculino, con quienes entabla conversación fingiendo estar perdida y preguntándoles dónde queda tal o cual lugar. Una vez ganada su confianza, los seduce y los lleva a la casa que al espectador ya le es familiar, para arrastrarlos a un mar desconocido dentro de los límites de la misma habitación en donde éstos se desnudan para intentar poseerla. La forma en la que sucede tiene un aire extraterrestre, o quizá hiperterrestre, si lo vemos como una experiencia onírica, pues incluso una de las víctimas pregunta "¿estoy soñando?", a lo que ella contesta, en plural, "sí, estamos soñando". Se trata de un espacio límite entre dos mundos, el de lo humano y el de lo extraterrestre, por eso tanto ella como ellos, como el espectador mismo, tienen la sensación de estar en un sueño.
     Al principio las cuestiones de género se exploran de forma tradicional: la mujer como una figura inocente en apariencia y a la vez seductora, que resulta ser una vampiresa o femme fatále encargada de llevar a los hombres a su perdición. El hombre, por otro lado, aparece victimizado y castigado por sus deseos sexuales y hasta por su idiotez. Pero esto comienza a cambiar a medida que la trama de Under the Skin avanza: todos los hombres, incluso los que no se dejan seducir, son sujetos para el sacrificio, sin apelar a sentimientos humanos como la piedad, que en la protagonista no se muestran, pues como sospechamos, ella no pertenece al género humano. Esto se hace evidente en una escena invernal en la playa, donde un nadador ignora la seducción de la muchacha y prefiere ir a auxiliar a una familia que se ahoga: la madre se ha lanzado a la playa para salvar a su pequeño, y el padre lo ha hecho para salvar a su esposa. La misericordia es  castigada por un ente superior (llámese Dios, destino, o lo que sea) y todos terminan muertos: la familia desaparece en las entrañas del mar, y el nadador es asesinado por la chica. Queda solamente el otro bebé de la familia, abandonado a su soledad. El director le dedica unos segundos: oscurece, hace frío, el bebé llora, lo más seguro es que vaya a morir si nadie lo socorre. Esta escena suscita la compasión del espectador, pero no la de los personajes de Johanson o del motorista (otro extraterrestre), que sólo se preocupan por llevarse el cuerpo muerto del nadador, dejando al bebé ahí, a merced del mal clima.
     En la segunda mitad de la película se suaviza la sensación de extrañeza: vemos cómo el personaje que encarna Johanson parece experimentar sensaciones humanas. El cambio es paulatino para el espectador, quien observa a un misterioso hombre subir a la camioneta, éste devela una terrible deformidad, quizá una elefantitis: se quita poco a poco el gorro, luego lo iluminan a contraluz los faroles callejeros, por último se revela como todo un freak al estilo de las películas de Jodorowsky. Mientras yo como espectadora sentí un impacto que me sacó una expresión de "¡ay, güey!", en el rostro de la muchacha no se percibe ninguna sensación de extrañeza. Unas escenas después, ya que ha llevado a cabo su ritual de sacrificio, la joven se alcanza a mirar en un espejo. Se detiene ahí por unos segundos, se toca la cara. En esta simple escena asistimos al reconocimiento de su cuerpo como un cuerpo humano (el tema del cuerpo es quizá lo que más impera en todo el filme). Luego, atestiguamos su decisión por dejar libre al freak y huir de su destino de vampiresa: ha experimentado por primera vez algo similar a la compasión.
     Más adelante seguirá lidiando con sentimientos humanos: el enamoramiento o algo parecido, el deseo sexual, incluso el miedo, hacia el final del largometraje. Sin embargo, se sospecha que para ella son sensaciones artificiales, como nos lo hace ver el director cuando la pone sentada en un restaurante probando un pastel de chocolate (¡mmmh!) que al ingerir termina escupiendo (¿asco, otra sensación humana?).
     El personaje, creo yo, es un reflejo de nuestra sociedad, nos envía al menos dos mensajes que pude detectar: el primero tiene que ver con la adaptación, la persona que se adapta a vivir en un mundo distinto al de su propia naturaleza (¿no están nuestras sociedades urbanas cada vez más alejadas de la naturaleza y más cerca de los avances de la tecnología que resultan ser fríos y, según la visión de esta película, devastadores -devoradores- para el ser humano?) y el segundo, podría emparentarse con el simulacro del que habló Jean Baudrillard, quien explica que nuestras sociedades viven una mentira vendida como realidad, y que esta realidad perdió todo referente, por lo que somos el reflejo del reflejo de un reflejo, sin saber ya dónde quedó el elemento reflejado. En la película, esta figura extraterrestre negra, en negativo, que toma la forma humana de una mujer atractiva, puede estar representando el vacío que mueve nuestras motivaciones como humanidad. Otra interpretación podría ser la de la sexualidad impuesta (se nos dice que debemos ser hombres o mujeres, vestir de tal forma de a cuerdo a nuestro sexo, etcétera) y la manera en que algunas personas en esta época postmoderna se sienten ajenas en su propio cuerpo. Incluso puede ir más allá de lo sexual: tiene que ver con el canon estético impuesto de cómo debe lucir "un cuerpo bello", y cómo la mayoría de los seres humanos no encajamos en ese canon.
     La película es más conceptual que narrativa, pues se centra en elementos auditivos y visuales para generar sensaciones: ejemplo de ello es la música vibrante con sonidos de sirena intermitentes cuando la tensión narrativa se eleva, o los colores en tonos fríos (gris, café, blanco) para representar la ausencia de sentimientos por parte de la protagonista, y tibios cuando ésta encuentra la calidez humana (la luz del calentador en casa del hombre que le ofrece su hospitalidad y hasta su cariño).
     Algunas acciones son difíciles de describir e incluso de entender, y al estar el largometraje plagado de escenas cotidianas de la gente común de Escocia a manera de documental (gente caminando en las calles, sentada en bancas, manejando automóviles), se explica el aislamiento humano que genera nuestro propio ego como una distracción que no nos permite discernir cuándo estamos en peligro, tal y como le pasa a las víctimas de esta guapísima mujer.
     Finalmente, la terrible sensación que nos provoca el ver a esos "monstruos" extraterrestres alimentándose de seres humanos, se revierte para mostrarnos que el peor de los monstruos es el humano mismo, pues así como Johanson se gana la confianza de sus víctimas, al final de la película, el "monstruo humano" (un guardabosques común y corriente) es quien se aprovecha de esta confianza para incurrir en la violencia y a la destrucción, sin ningún otro fin que el de su propia satisfacción barbárica. Es decir, que el ser humano no sólo recurre a la destrucción de lo extranjero, eso que le parece "lo otro" o "lo extraño", sino a la destrucción del prójimo, y a la vez de sí mismo.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Guía para entender la guía de Slavoj Zizek: cine, perversión, ideología y otras reflexiones.

Mientras veía junto a Eliher el documental The Pervert's Guide to Ideology con actuaciones de nuestro filósofo favorito Slavoj Žižek -para mi suerte y la de quienes tengan Netflix, el docu se encuentra trepado a esa plataforma-, le puse pausa para comentarle a mi compañero, con el fin de que entienda lo que hacemos los académicos de la literatura cuando sí nos ponemos a trabajar: 

"Hacemos practicamente lo mismo que Žižek en este documental, él parte del psicoanálisis para interpretar películas, nosotros exploramos obras de la literatura desde diversos puntos hermenéuticos, o sea, interpretativos, ¿me entiendes?".

"No".

"Por ejemplo, para Žižek la película Taxi Driver representa a la clase oprimida sadomasoquista que es victimizada por el capitalismo, pero que en cierta forma disfruta de ser victimizada. La violencia al final de Taxi Driver aparece como una reacción del individuo ante la impenetrabilidad de la sociedad capitalista (y ahora agrego: esta reacción es la consecuencia brutal de reconocerse como El Otro, el extranjero, el ser incapaz de acceder a las exigencias del capital global). Estas mismas interpretaciones las hacemos los literatos, pero en lugar de películas, tomamos novelas o poemas o cuentos". 

Terminamos el documental, gracias a lo cual intentaré dar mi interpretación de la interpretación de Žižek, con el fin de servirles a ustedes de guía para "la guía del pervertido hacia la ideología" (traducción literal del título de la película).

Nos habla Žižek de Jaws, aquella película de los noventa con un tiburón asesino. Aquí puede decirse que el tiburón es una metáfora del capitalismo, pero es más bien una mezcla de varias cosas, la alegoría del monstruo devorador es usada para concentrar en él todos los miedos de la sociedad conservadora capitalista, misma que se resiste a la inmigración, a la mezcla de razas, a la diversidad reliogiosa, etc. Con esto recuerdo una hipótesis que alguna vez leí, que decía, según datos numéricos comprobados, que durante los gobierno demócratas en Estados Unidos se producían más películas y series de televisión sobre zombies, mientras que cuando gobernaban gobiernos republicanos, el auge era de películas y series de vampiros, ¿por qué? Porque lo que pasan en la televisión (con todo y sus comerciales) responde a la ideología del sistema político en turno, y desde el punto de vista demócrata se representan a los republicanos como zombies atontados que siguen las reglas sin tener un pensamiento propio, mientras los gobiernos republicanos, por su parte, ven a los demócratas como chupasangres libertinos que metafóricamente gustan de las orgías, los festines y se alimentan de la inocencia ajena.

Volviendo al documental, nos habla también de Full Metal Jacket recalcando que los humanos experimentamos cierta simpatía por la obsenidad, dicha simpatía es innata a nosotros por el simple hecho de ser entes sociales, de vivir en grupo. Por ejemplo, ciertos rituales de iniciación que implican humillaciones, el bullying, o la misma humillación del crimen organizado al ridiculizar a sus víctimas con formas de tortura indignas. Esto sucede a nivel global porque es, para el humano, una forma de sentirse aceptado dentro de la sociedad que perpetúa este ciclo una vez que la víctima se convierte en victimario. Al final, si no logramos establecer una distancia entre lo que la sociedad quiere de nosotros y lo que realmente podemos dar, terminaremos destruyendo a los demás (violencia) o auto-destruyéndonos (suicidio) como en el caso del soldado que se da un tiro en la boca en la película de la que hablamos.

Justo después pasa a desmenuzar The Dark Knight, segunda entrega de la trilogía cinematográfica Batman. Debo de confesar que tras oír al filósofo eslavo hablar de las implicaciones políticas tan obvias en la película, sobre la manera en que las sociedades funcionan gracias a la construcción de mitos y mentiras, a mí me quedó entre líneas la idea del suicidio de Heath Ledger, quien encarna a El Huasón en la película. Siguiendo los postulados de Žižek hasta entonces, podría yo agregar que el actor llevó a las últimas consecuencias su sentimiento de opresión e impotencia ante una sociedad impenetrable, mezquina, opresora y controladora, y que, digámoslo metafóricamente, al quitarse los "lentes de sol" de la película They Live, sólo le quedaban dos opciones: rendirse a esta sociedad opresora y formar parte de ella, o elegir a la muerte.

Y justo ahora que menciono They Live -primera película de la que nos habla Žižek, la cual yo no había visto hasta ayer-, diré que más allá de la ciencia ficción ranflona que se maldesarrolla a lo largo de la trama, la primera mitad de la película apunta a ser una una denuncia social muy clara, al contar la historia de un hombre de clase obrera que encuentra una caja de lentes de sol, los cuales, al ponérselos, muestran la cara verdadera de la realidad: todos los colores y figuras atractivas en los letreros publicitarios quedan a blanco y negro, con tipografías simples, dando el mensaje real detrás de los anuncios. Obedece. Manténte dormido. Cásate y reprodúcete. Consume. No pienses por ti mismo. Compra más. No cuestiones la autoridad. Sométete. 


La película mantiene sus referencias a la sociedad de consumo, comparando el glamour y la comodidad desplegados en los anuncios de televisión, con la vida verdadera de personas que usan la ropa por necesidad y se dedican a la supervivencia con trabajos forzados. La clase alta o, más específicamente, el capitalismo, es visto como este invasor alienígena que viene a seducir a los humanos para apoderarse del planeta. Al igual que en la película Titanic, la clase alta se vale de la baja para vivir, haciéndole creer que es necesaria, pero a la vez buscando alejarla y segregarla, precisamente para evitar que piense por sí misma (en Titanic, la muerte de Jack y la supervivencia de Rose ejemplifican esta relación de uso-deshecho que ejerce la clase alta sobre la baja).

Hacia el final del documental, Žižek analiza la religión a través de la película The Sound of Music (1965) y termina por concluir que son más ateos los católicos que los que se dicen ateos, pues el catolicismo promueve el placer y el seguir el camino de los deseos, tal como el capitalismo hace, con el fin de seguir perpetuando su supervivencia a costas de la libertad de los más pobres (ya sea pobres de mente, pobres de espíritu o pobres económicamente).

Como sincronicidad con todas las reflexiones que el documental desató en mí, hoy me encontré con esta frase de Max Aub que llora: “No se puede creer en Dios sin haber dudado de él. Sin desesperar. Quien tiene plena seguridad de la existencia de Dios, no cree en Dios”. Según las conclusiones de una plática que tuve ayer con una amiga, tergiversaré la frase para decir que "no se puede creer en el amor sin haber dudado de él. Quien tiene plena seguridad de la existencia del amor, no cree en el amor". E igual podría utilizarse cambiando la palabra Dios y amor por cualquiera otra que nos hable de cualquier construcción social impuesta por el Gran Otro sobre nuestras tiernas mentes humanas pues, finalmente, sólo al cuestionarlas podemos apelar a un verdadero cambio, una verdadera revolución. 

lunes, 1 de octubre de 2012

Ridiculización de los "outsiders" en las películas de Hollywood (y la inversión de valores en el cine indie).

Me encontraba viendo otra de las novedades de Hollywood, una comedia romántica titulada Eternamente Comprometidos (“5 Years Engagement”), que trata el tema de la vida moderna clase media, el desplazamiento geográfico que las mujeres y hombres tienen que emprender para crecer profesionalmente, cambiándose de una ciudad a otra buscando el trabajo ideal, y los problemas para mantener una relación de pareja estable con tantas diferencias en los estilos de vida de hoy.Y es que ahora hay profesiones para elegir.
Últimamente surgen películas cuyos personajes principales son escritores, chefs, hombres de negocios, periodistas, psicólogos, profesores, programadores, corredores de bolsa, vaya, existe una que se desarrolla en un Wal-Mart y describe los tipos de todo el personal: el jefe petulante, la mujer sensual y estúpida, el perdedor, todos rebajados al nivel de subnormales. Así se denota, al menos desde la mirada hollywoodense, todas las obsesiones, pasiones y especializaciones que, en este mundo sobrepoblado, nos hacen especiales a cada uno de nosotros.
Pero volviendo a la película en cuestión, aunque la premisa suena bien, está pésimamente desarrollada: hay huecos en la trama, incongruencias, escenas de más, irrealidad en un filme aparentemente realista... Y siguiendo la línea de los arquetipos de Hollywood, como el de la niña popular en las teen movies o el súper hombre que no recibe ni un rasguño en las películas de acción, aquí vemos al hombre de la gran ciudad exagerado en su refinamiento, moderno, con metas profesionales, en contra del hombre de ciudad pequeña, un ser salvaje, dedicado al hogar y con pasatiempos atroces como la caza.
En películas así, aparecen siempre figuras delimitadas por una caricaturización que a veces es más severa que otras, dependiendo del juicio del director, quien a veces se mofa de sí mismo y de las personas llenas de prejuicios que pueden entender sus películas literalmente y sin ninguna ironía.
Quizá esto no lo comprenderá el lector que solamente ve cine hollywoodense, pues de hecho lo escribo desde una realidad: la mía, que siempre aparece satirizada hasta sus extremos en esta clase de películas, donde los activistas se exhiben como inconformes híper radicales, las feministas como histéricas intransigentes, los artistas como hippies con ideas metafísicas que suenan a locuras, los intelectuales como pedantes a quienes nadie comprende, los alternativos como freaks idiotas.
No está mal eso que hace Hollywood, ridiculizar la realidad desde su perspectiva para hacernos reír un rato, pero para mí es más divertido ver la otra cara de la moneda, la realidad de ellos vista desde ojos como los míos, como en la película Ghost World, por ejemplo.  
Ghost World ofrece la mirada del espectador promedio que llama “freak” a todo lo que es diferente; pero también contiene la mirada de los “freaks” en sí, quienes critican una sociedad vacua, conformista, masiva, y al hacerlo terminan ridiculizándola. Así películas como The Dreamers, SLC Punk, Doom Generation, Empire Records, entre otras que quien reconozca y haya visto, entenderá cómo la inversión de valores hace frente a una sociedad que desde Hollywood es percibida como “normal”.
No creo que ninguna de las miradas sea errónea, ya que ambas lo que buscan es el entretenimiento y, para estos fines, los retratos de la realidad no deben ser necesariamente fieles. Pero mi apuesta es más a un cine realista proyectado por artistas, en todo el sentido de la palabra artista, que un cine de pan y circo hecho para vender palomitas de maíz.


 
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