jueves, 24 de mayo de 2018

Este blog

está más muerto


que el punk


en 1981.

martes, 15 de mayo de 2018

Maestros, maestros por todas partes.

Recuerdo con cariño a la maestra Tencha, mi profesora de literatura en la secundaria. En ese tiempo yo era dark y rebelde. Un día volví del receso para encontrarla leyendo mi cuaderno donde solía escribir poemas y hacer dibujos súper elaborados, a ese cuaderno le dedicaba todas las horas que no le dedicaba a la socialización.
     Al principio me mostré recelosa de mi privacidad, pero ella se portó buena onda, preguntó de dónde había copiado los poemas, le respondí que yo los había escrito y entonces opinó que escribía muy bien para una chica de mi edad. Más tarde en el año me comentó: "Erika, cuando publiques un libro no te olvides de mí, házmelo llegar que me encantará leerte", también me regaló pases para ver a Carlos Fuentes en el Festival Letras en el Golfo. Ese fue mi primer contacto real con la literatura, la primera vez que alguien ponía en mi cabeza la idea de dedicarme a ella, además de mostrarme que los escritores existían como personas comunes de carne y hueso; no me pareció difícil entonces decir "quiero ser escritora". 
     La maestra Tencha supo que publicaría un libro antes de que yo misma lo supiera, ella creyó en mí y es por profesores/amigos como ella que estoy aquí, echándole ganas a este oficio que puede llegar a ser ingrato pero es también satisfactorio. En Estados Unidos no existe un día del maestro como en México, pero existe "la semana de apreciación del maestro", algo celebrado sólo por la comunidad escolar. En México cualquier excusa vale para hacer fiesta. Extraño un poco eso: el día del maestro es sonado en las noticias, en los microbuses, en las sobremesas, en las redes sociales, en los grupos de chat.
     Así que quiero tomar un momento para agradacerles a mis maestros, gracias a quienes soy la profesionista que soy. Creo que los puedo contar como amigos y tienen un lugar especial en mi corazón. De la prepa: Gabriela Brito, Román René Orozco y el padre Pepe Mendez Alcaraz. De la licenciatura: Vladimir Guerrero, Monica Torres Torija, José Antonio García Pérez, Humberto Payan, Alma Trejo y Reina Armendáriz. De la maestría: Santiago Daydi-Tolson, Melissa Wallace, Francisco Marcos-Marín, Marlgorzata Ollewskewicz-Peralba, Jack Himelblau. Maestros de taller: Julián Herbert, Gerardo Segura, Eduardo Antonio Parra, Amélie Olaiz y Cristina Rivera Garza. Eso sin contar a los profesores que me han transmitido conocimientos a través de sus libros pero que no he conocido en persona. Pero sobretodo quiero reconocer a los más importantes, mis maestros de vida, los profesores no académicos que me enseñan lecciones existenciales todo el tiempo con el simple hecho de compartir conmigo su vida, entre ellos se cuentan todos mis amigos y familiares.

sábado, 31 de marzo de 2018

Una vez tuve un encuentro con mi alma gemela (poema)

Una vez tuve un encuentro con mi alma gemela 
algo me jaló hacia ella 
un magnetismo descomunal
digo “ella” porque en la Nueva Era 
se sabe que las almas no tienen género

para el caso:
mi alma gemela encarnó en este mundo
con cromosoma Y
que se hizo un feto
que se hizo un bebé
que se hizo púber 
que se hizo adolescente 
que se hizo adulto
que se hizo mi amante 
cuando un magnetismo 
descomunal, lo jaló hacia mí
Trompetas y campanadas
no había sentido eso con nadie, nunca
no lo he vuelto a sentir nunca, de nuevo
el desquiciado goce narcisista, humano
de mirarme en él como en un espejo
y verme desde el sexo opuesto vistiendo 
la ropa que yo usaría si fuera hombre 
oír las palabras salir de su boca 
en el mismo orden que saldrían de la mía
escuchábamos la misma música rara
(del punk al metal y del progre al post-rock)
estábamos ganchados 
al alcohol y a las pastillas
leíamos los mismos autores, suicidas y atormentados
amábamos las mismas películas extranjeras
odiábamos casi todo lo demás
lo que no fuéramos nosotros
con nosotros dos bastaba para poseer el mundo
we owned it, lo odiábamos
nos odiábamos de tanto parecernos

(porque esa era mi alma gemela
pero dos gemelos idénticos no pueden ser amantes
hay algo incestuoso, repelente en sus vibraciones
la misma fuerza magnética que los atrae luego los separa)
El espejo acabó por romperse
el goce desquiciado acabó por arder 
en llamas hasta consumirse
y ahí quedaron mis roces 
humanos con mi alma gemela
que hoy vive en Manhattan y se echa 
un porro cada noche 
besa a muchachas amargas que conoce en galerías de arte
muchachas con novios y esposos
muchachas imposibles y trágicas 
de quienes nunca ha escrito nada 
porque su vida ahora es triste 
a pesar de tener todo lo que siempre quiso
En cambio -cuando aún escribía-
supe que publicó un poemario dedicado
a mí, la Bruja del Este (así decía la primera página:
“Para la Bruja del Este”)
sé que es para mí precisamente porque soy bruja
lo del este no indica nada, pues debe tener
varias mujeres en el este
y en el norte y el sur y el oeste y el poniente
La verdad es que mi vida en el este
es tan triste como la suya en Manhattan
y a él le he dedicado un hijo
un hijo que tuve con otro hombre
opuesto a él, opuesto a mí
un hombre desechable que hoy no está
pues yo preferí quedarme sola
con el hijo
que se parece a ella, a mi alma gemela

(o a él, para que entiendan, como ya he explicado 
… sí, sí, lo de la Nueva Era)
ese hijo pudo ser suyo 
y al fin creo que es suyo, energéticamente
o quizá sea nuestra alma gemela
y seamos almas trillizas o cuatrillizas
y por aquí ande uno más de nosotros
o quizá
 ése haya nacido en otro planeta
o aún no haya nacido
sé que me escucho como una loca 
y lo estoy, pero no me cabe duda 
que una vez tuve un encuentro con mi alma gemela 
engendramos risas e ideas
engendramos un hijo, energéticamente
que tiene rasgos suyos y gestos míos 
que tiene nuestra mente de locomotora 
desvielada y oye música rara y desoladora
and he’s into Tarkovsky 
y se ha enamorado de un alma 
que encarnó con cromosoma X
tal vez funcione, lo de ellos dos
tan sólo son “almas afines”
no que nosotros somos “almas gemelas”
destinadas al distanciamiento
sé que en alguna otra vida volveré
a encontrármela, a mi alma gemela
y volveremos a pasar por lo mismo
una y otra vez, como Paolo y Francesca
hasta que hayamos aprendido la lección terrenal
de que aquí todo se pudre y nada permanece
estaremos listos para unirnos, algún día
no en carne ni materia, energéticamente
tendremos sexo etéreo
nos amaremos en lo volátil
y retornaremos 
juntas, a la fuente universal

domingo, 11 de febrero de 2018

Rumbo al Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea 2018

El 1, 2 y 3 de marzo del 2018 estaré en el Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), ¿alguien irá? Me dará gusto verlos. 

Hace unos años participé con mi investigación “Desdibujamiento de fronteras en dos escritores norteños: Rafa Saavedra y Carlos Velázquez”, la cual publicaron en el número 71 de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, revista con un comité editorial de lujo que incluye a Elena Poniatowska, Federico Patán, Evodio Escalante, Julio Ortega, Samuel Gordon (a quien cito en mi texto) y muchos otros excelentes críticos, académicos y escritores. Si quieren leer el ensayo completo está en mi página de Academia: https://UTSA.academia.edu/ErikaSaid


lunes, 5 de febrero de 2018

Sueño que sueño que te sueño cuando nos sueño

Esta mañana mientras tomo el té, tengo un recuerdo contigo. O quizá es el recuerdo de un sueño contigo. El té, para mí, va sin azúcar, por ello nunca uso cuchara, pero hoy he encontrado un bichito hirviendo en el agua dentro de la taza y hube de meter una cuchara para sacarlo, por inercia la he dejado ahí. Mientras bebo, siento el frío del metal rozándome la cien. Es esa insignificancia la que aviva el recuerdo de una noche que pasamos en el café Buena Vista.  Casi no íbamos a ese café, pero fuimos aquella vez, teníamos hambre y antojo de crepas. Me pedí un americano y al ponerle azúcar cometí el acto infantil de abandonar la cuchara adentro. Me lo seguí bebiendo así, deteniendo su movimiento con los dedos cada que ponía la taza en mi boca. Tú sugeriste que sacara la cuchara, según me explicaste, el metal hace que se enfríe más pronto el café. Cuestión de lógica, pero yo nunca me caractericé por entender las leyes de la lógica. Debió haber sido una noche fría como las tantas de mis recuerdos contigo. Lo que ni tú ni yo notamos, fue que me estabas enseñando algo nuevo, me transmitías un poco de la sabiduría cotidiana que dominan las personas de climas fríos como tú. A mí, la muchacha costeña que experimentaba las primeras heladas de su vida y también, sin saberlo, uno de los grandes amores de su vida.

En cada ciudad que he vivido he aprendido usos parecidos de parte de mis amistades, manías propias de la subsistencia en determinada región, instauradas ancestralmente y definidas por el tipo de clima. Así es como también he aprendido de lo variada que puede ser la naturaleza. En San Antonio la lluvia. En McAllen la tibieza ambiental, incluso en plena Navidad. En El Paso el calor seco o el frío seco, extremos, desérticos. En mi Tampico la humedad que cae sobre todas las cosas y personas, la lluvia tropical y la humedad, el calor implacable y la humedad, el viento que anuncia tormentas eléctricas y... ¿ya mencioné la humedad? Dallas no es tropical pero aquí también experimento ese viento húmedo en días nublados. Casi siempre está nublado, hoy lo está. Si, como quisiera creer, nosotros creamos nuestra realidad cual si estuviéramos narrando una ficción en un texto, elegí venirme a una ciudad nublada para acompasar la melancolía que camina junto a mí desde la ultima vez que nos vimos, tener sueños cálidos en otras geografías donde por contexto tú no perteneces. Me vine aquí para dejar de soñar contigo.

Pero te decía del frío, el frío que es tuyo, tuyo conmigo y con la gente que amo de allá. Mío con las calles que llevaban a la uni mientras me protegía en la calefacción de mi auto, mía con la alcoba de adobe y un calentoncito eléctrico enrojeciéndome las mejillas (calentón, sí, así aprendí a decirle entonces al aparatejo ése que yo solía llamar calentador), mi alcoba donde nunca estuviste, como no has estado en ninguna de mis alcobas. Quizá por eso te sigo soñando en fiestas y lugares públicos u hoteles y habitaciones imaginarias, nunca en tu habitación o en la mía.

Un amor disfuncional, mutilado desde su origen, un amor con maldición. ¿Y qué si el hechizo se rompe el día en que te meta en mi alcoba? Como el hechizo que rompimos cuando pasamos la noche juntos. Fue como desenvolver un caramelo y comérnoslo despacio: detener el tiempo en un momento de pequeño goce. Hacer una travesura porque los dulces dan ansiedad y el amor también. Hasta hoy llevo el recuerdo en la boca, ácido, como afrutado. Y si el hechizo se rompió es una lástima porque era lo que me provocaba sueños desbocados contigo. Pero estar ahí, en la realidad, lo valió todo. The real thing, honey, the real thing.

Ahora sólo falta que un milagro te haga cruzar fronteras, “cortar a través del cielo” -cómo me gusta citar a Slowdive-, y meterte en mi alcoba, en lo íntimo, más sagrado de mí. Pocas veces visité tu habitación en casa de tu madre, pero al menos tuve el privilegio mientras tomábamos mate por primera vez. Tuvimos muchas primeras veces juntos, ¿o lo soñé? Hablábamos de Cortázar o Borges, ejecutábamos cada acción con pretensión torpe y calculada, honrando sin querer lo jóvenes que éramos. Tan pretenciosos, tan jóvenes pero aún tan lentos, desatinados, siempre la estábamos cagando. La verdad es que aún la cagamos, pero sucede que ya no nos tomamos la vida en serio, ¿cuánto más nos hubiéramos disfrutado si antes hubiéramos sido como ahora? No perderíamos un minuto, una sola oportunidad. Venceríamos el miedo y el cansancio. Sobre todo el miedo, ese tren de paso que nos trajo hasta donde estamos: ningún lado. Supongo teníamos todo por perder y nuestro amor no ofrecía mucho que ganar. ¿Será? ¿Será que no sabíamos cuán inagotables íbamos a ser el uno para el otro? Me gusta mejor creer que sí lo sabíamos y que tomamos esta decisión más o menos conscientes porque nos gustan los retos y porque, como a Leonard, ”we never liked it fast, we've always liked it slow”.

Un suspiro, cariño, eso has sido y sigues siendo. Un suspiro que doy en solitario. Un suspiro en la noche. Me consuela que ya lo hemos dado al unísono y he esperado en lo profundo de mí a poder repetirlo, cada día pierdo un poco más la esperanza. Suspiro en la mañana cuando te acabo de saludar en sueños. Suspiro mientras sale una canción nuestra en la estación de rock de la radio, no escucho mucho la radio pero a veces tengo qué. La música está en todas partes y es la forma que toma tu voz para llamarme, me trae tus mensajes encriptados para que los descifre mi neurosis. Hoy, por ejemplo, me hablaste con Tom Waits: "hope I don't fall in love with you". Pues que hopeless que es Tom, parece decirnos: sigan esperando, chavalitos, porque ya es tarde para eso.

Es muy pinche tarde para todo. Estamos cansados de siempre tener que despertar cuando lo mejor en el sueño está por acontecer. Y aquí es cuando despierto: ocho de la mañana, no sé si todos estos años he estado dormida o si fuiste carne alguna vez; si yo misma, la que despierto, soy un sueño que tú has construido o si existo, si hay una mujer detrás de estas letras que se escriben un día helado pero atemporal, bien podría ser enero o podría ser agosto, en los sueños las estaciones aparecen borrosas. Una lluvia nos mira cruzar la Avenida Universidad rumbo al Cinépolis con una botella de tinto escondida bajo el abrigo y, luego, empieza otro sueño de nuestro soñador incierto, nuestro fucked up Dios, que odia vernos juntos.



martes, 30 de enero de 2018

Festival Internacional de Poesía Latinoamericana 2017

Norberto Flores, Erika Said, Gaby Rico,
Rossy E. Lima y Gerald Padilla.
Dos semanas antes de que falleciera mi madre, aún sin tener idea de la gravedad de su enfermedad, me encontraba en el Festival Internacional de Poesía Latinoamericana (FEIPOL) en McAllen, Texas. A veces pienso que ella ya se sentía mal y, de cierta forma, intuía su destino, pero me vio tan contenta cuando hablé con ella por FaceTime que no quiso estropear mi alegría. Eso es lo que una madre hace con sus hijos, lo que la mía hizo toda su vida. 
     Así que se me vino encima la prisa de la enfermedad y ya no pude escribir sobre mi experiencia en el festival, que fue efectivamente un motivo de mucha alegría, un viaje altamente gratificante y quizá el preámbulo ideal que me reforzó, preparándome sin querer para lo que venía: una especie de calma antes de la tempestad.
     FEIPOL es un punto de encuentro, un cross-road para poetas de diferentes estilos, trasfondos e incluso países. Fue ideado por mi amiga Rossy Evelyn Lima, una bella inmigrante mexicana en Estados Unidos quien, desde que la conocí allá por 2010, siempre ha buscado maneras de reunir a la gente común con la poesía, de borrar esa frontera entre Arte y arte (arte mayor y arte menor o, arte alto y arte bajo). Incluso, juntas, organizamos un pequeñísimo Festival de la Mujer cuando yo viví en McAllen, luego ella se quedaría dando talleres, conferencias y hasta una plática TEDx, promoviendo  el uso de la palabra para vencer líneas divisorias entre idiomas, culturas, países, clases sociales. 
Con la doctora Cristina Rivera Garza
   Rossy y su esposo Gerald Padilla se unieron a un grupo de emprendedores, con lo que consiguieron los recursos para poner en marcha lo que sería FEIPOL, que se llevaría a cabo por primera vez en el 2016. Yo asistí a su segunda emisión el 5, 6 y 7 de octubre del 2017, donde los poetas de honor fueron Jorge Galán, salvadoreño que viajó desde España al evento, pues ahora reside en Madrid; Cristina Rivera Garza quien viajó desde Houston; y Jorge Miguel Cocom Pech, poeta de la Nación Maya radicado en la Ciudad de México.
      Además hubo pláticas de personajes como Tony Díaz, creador del proyecto social Librotraficante, y Norma Romero, fundadora de una organización llamada Las Patronas que ofrece comida, alojamiento y hasta servicio médico a inmigrantes centroamericanos viajando en el tren La Bestia. Para aquellos no familiarizados con el tema, La Bestia es un ferrocarril que cruza todo México; al año, miles de inmigrantes en condiciones de pobreza se suben al lomo de esta máquina (en el techo) y emprenden un riesgoso viaje que dura días y a cuyo destino final a veces no llegan vivos.
La fotógrafa Verónica Cárdenas, vieja amiga mía.
      Otras artes estuvieron integradas en el festival: la obra de teatro "Manos de Mariposa" del director Domingo Ferrandis -pionero de la Dramaterapia en España-; exposición de pinturas de Gaby Rico y Carla Pierantozzi; fotografía de Verónica Gabriela Cárdenas y Asael Pérez y escultura de Samantha Isabel García. Casi todo versó en torno al tema de la inmigración y la desigualdad social entre ciudadanos de países como México y Estados Unidos. 
     Más de cuarenta poetas participaron en el resto de actividades, venidos en su mayoría de México. Desde Nuevo León se presentaron Luis Aguilar, Fernando Elizondo, Oscar David López, Nora L. Castillo, Eduardo Zambrano y Leticia Sandoval. De Tamaulipas, Norberto Flores, Jorge Sáenz, Eréndira Santillana, NoraIleana Esparza, Shantal Olvera y Eduardo Valdez Richaud. De Chiapas, Rosa Vázquez Jiménez. Del Distrito Federal, Edna Ochoa. También saludé a otros latinoamericanos radicados en Estados Unidos como el tamaulipeco Abel Badillo, el venezolano William Guaregua y la colombiana Vanessa Torres, los tres viviendo en Houston; Leonardo Nin, dominicano radicado en Nueva York; Anakaren Dávila y Andrea Flores en Austin; Guadalupe González y yo, en Dallas. Nos acompañaron dos eruopeo-mexicanos: Fiorella Pierantozzi, italiana que vive en Baja California, y Samir Delgado, español de las Islas Canarias viviendo en Durango. Por supuesto, también hubo nativos tejanos de Corpus Christi y Brownsville: Javier Villarreal, Christopher Carmona y Brenda Nettles Riojas.
Shantal Olvera, Andrea Flores, Anakaren Dávila, Erika Said y Norberto Flores
    El programa estuvo tan nutrido que resultó un poco pesado quedarse todo el día, pero cada momento lo valió. Había lecturas desde temprano en la mañana hasta mediodía, en ese lapso se incluía una conferencia, luego hacíamos pausa para ir a comer, donde nos separábamos en grupos pequeños en los cuales convivíamos más cercanamente los poetas. Me sentí particularmente cercana a Jorge Galán, Jorge Miguel Cocom Pech, Norberto Flores, Diana Ríos, Samir Delgado, Rosy Vázquez y Leonardo Lin -a estos últimos me los llevé por un elote e incluso, una vez que se hizo de noche, a bailar salsa al bar Havana Club-. Por las tardes regresábamos para la plática del poeta de honor (una por día), más lecturas de poesía y eventos variados como la obra de teatro o un concurso de declamación para jóvenes.
     Sólo dos noches nos fuimos de rumba: la vez de la Havana y la primera noche, a un bar alternativo llamado Yerbería Cultura a donde me llevé a los de Monterrey. En general pude sentirme cercana a casi todos los poetas con los que logré entablar conversación. Por lo demás, acabábamos agotados cada noche. Como cierre hubo una elegante cena de honor con más de diez postres diferentes, manteles largos y vino, ahí platiqué con Cristina -a quien ya conocía de talleres y congresos-, me despedí de Jorge e ideé proyectos con Samir Delgado.
     Meses antes de este festival yo había perdido un poco la fe en mi consagración a la literatura, había decidido dejarla por la paz y empezar a explorar otros rubros, como el de la psicología o el de la fotografía. Pero tras este encuentro me inyecté de una energía nueva que es la que me ha mantenido trabajando en lo que va del 2018, cuando apenas logro ajustarme, poco a poco, a la vida sin mi madre. Estoy, pues, sembrando semillas, regándolas de cierta forma con la energía que me dio este encuentro entre colegas; ahora sólo espero algún día mis semillas den frutos ...y volvérmelos a topar. 
Por cierto, ya está la convocatoria FEIPOL 2018 para quien guste animarse a ir.


jueves, 18 de enero de 2018

Yo fui una adolescente femipunk


Texto originalmente publicado en el primer número (noviembre, 2017) de Y la nave va: revista cultural.

¿Qué motiva a unas chicas de dieciséis años a formar una banda? Aún me lo pregunto cuando pienso en Menstrual Power, que si bien no fuimos la primera banda de mujeres de Tampico, nuestra ciudad, sí fuimos la primera banda de mujeres adolescentes. 
    Melissa Ortuño y yo debutamos como rockeras en el Festival de Expresión Artística de la preparatoria del Instituto Cultural Tampico (ICT), mismo colegio que vio caminar a Rockdrigo González y al Subcomandante Marcos entre sus pasillos. Aquel primer grupo musical se llamó SPM (acrónimo de Síndrome Pre-menstrual), interpretamos canciones de las new-metaleras Kittie y de Deftones. Esa noche fuimos descubiertas por Jorge Hernández, el psicólogo de la escuela, quien además era músico y productor amateur, él nos puso en contacto con su prima Sandra Hernández: una baterista delgadita, bajita, diez años mayor que nosotras pero se veía de nuestra edad, usaba playeras de Misfits y The Ramones, era novia del Dodo, conocido guitarrista local. 
Lo de “Menstrual” se me ocurrió a mí y la idea era “provocar y transgredir”, como buena punk en desarrollo. Hasta mucho después entendí que con ello estaba ejerciendo un feminismo al cual estuve expuesta, indirectamente, gracias a la cultura popular misma.
     Según las feministas -y según yo- la menstruación no es algo de lo que debamos avergonzarnos las mujeres, es un tema del cual se debe hablar libremente sin conmoción o vergüenza. Hoy es común hablar de ello en parte gracias al feminismo, pero hace décadas era impensable mencionar la palabra “menstruación” en lugares públicos. De ahí “Menstrual Power”, un nombre que ahora a la distancia de los años me parece que llevaba en sí el espíritu de principios del siglo XXI. Teníamos una canción llamada Succubus que era la voz de un demonio femenino hablándole a su víctima. Otra se llamaba Siete días impura y discurría sobre cómo en los tiempos de Cristo las mujeres eran enviadas lejos de la ciudad por siete días cada vez que les llegaba su período menstrual. Otros títulos hablaban de emociones (un tema por demás femenino) e incluso del aborto. Éramos feministas sin saberlo. 
De niña crecí con caricaturas como Josie and the Pussy Cats y Jem and the Hollograms, donde las protagonistas cantaban en bandas formadas por mujeres que rockeaban con mucho estilo. Eran estímulos visuales a la vez que auditivos para una niña que desde temprana edad comenzó a mostrar sensibilidad por el arte. Gracias a las aspiraciones clase-medieras de mi familia –lo cual agradezco-, tuve lecciones de pintura, de piano, fui parte del coro de la escuela y escribí poesía que mi abuela celebró. 
     Vivía en una privada en la Colonia del Maestro, mi madre trabajaba tiempo completo y aún llegaba a casa a bordar vestidos o hacer moños de niña para vender; como madre soltera, siempre buscaba formas de incrementar el ingreso familiar. Aunque algunos puedan pensar que descuidó a sus hijas, la verdad es que los vecinos de la privada estaban en situaciones similares, casi todos nos conocíamos y como había muchos infantes, pudimos llevar una niñez en hermandad, sin peligro, sin soledad y, mejor aún, sin mucha supervisión adulta: libertad total. Yo solía jugar al futbol con los niños mientras las niñas jugaban a las muñecas. Uno de mis vecinos, Ricardo Vela, era fanático de Jim Morrison. Hoy Ricardo es un guitarrista reconocido en la escena post-rock de Monterrey. 
      Otro recuerdo de mi niñez fue en medio de la fiebre por Gloria Trevi. Hay que aclarar que Trevi poseía un look prestado un poco de la Madonna new-wave ochentera y un poco del post-punk gótico que a finales de los setenta iniciara Siouxie Sioux. El Boom Trevi se dio en los noventas, más de una década después de Madonna y de Siouxie. Por entonces asistí a una piñata en el patio de una casa donde participé en un concurso de baile; en cuanto se oyó el bombo de Pelo Suelto mis compañeras comenzaron a bailar, yo corrí a esconderme en el cuarto de servicio, ahí vi una escoba y encontré la manera de sobrellevar mi vergüenza: regresé al “escenario” tocando una guitarra imaginaria con la escoba. Lo recuerdo bien porque gané  el concurso. 
En México vivíamos el gobierno de Salinas de Gortari, estabilidad económica, los albores de la entrada del nuevo siglo. Yo alimenté mi acervo cultural y musical con lo que me llegaba de la televisión por cable y mis visitas anuales a McAllen, donde participé fervientemente del consumismo que la firma del Tratado de Libre Comercio había facilitado. Estados Unidos pasaba por una moda juvenil neo-hippie que imitaba a la de los años sesenta. En las tiendas vendían pantalones acampanados, blusas sicodélicas, cuadernos y calcomanías con leyendas como “Girl Power” (“Poder de chica”). A los doce años compré mi primer CD: Torn, de la cantautora Natalie Imbruglia. Estaba aprendiendo inglés, ello me hizo apreciar sus letras y comenzar a escribir mis propias canciones. Me enseñé a tocar la guitarra. Después de ese CD, compré el Celebrity Skin de Hole, el Nevermind de Nirvana y She’s got issues de The Offspring: me había convertido al rock alternativo. 
En secundaria me fui a vivir a Ciudad Juárez donde entré en contacto con la sociedad fronteriza, menos tradicionalista que la tampiqueña. Ahí terminé de erigirme como punk / grunge / new-metalera. Volví a Tampico con un look dark y mucha seguridad en mí misma. Antes de irme a Juárez sufrí de baja autoestima, nunca terminé de encajar en el mundo católico derechista del ICT. En Juárez me reafirmé como mujer y como rockera, tuve admiradores, amigos que escuchaban la misma música que yo, que se vestían como yo, que preferían ir a un concierto de rock en vez de a una tardeada a bailar. Incluso volví siendo novia de quien hoy es mi esposo, un rockstar local de Texas, guitarrista de una banda llamada Fake Clone. Volví siendo otra y esa otra fue quien creó Menstrual Power.
Por entonces escuchaba música riot grrl, la versión femenina/feminista del punk, chicas que promovían el empoderamiento de la mujer y tenían muchas ganas de derrocar al patriarcado con algo tan inocente como canciones llenas de gritos. Comencé a coleccionar discos de grupos donde tocaban mujeres. Me uní a foros de Internet donde las bandas de mujeres de México dialogábamos. Aún con todo esto, no supe del feminismo propiamente hasta que estuve en la universidad, muchos años después de mi banda adolescente. 
    Y esa fue, en breve, la historia cronológica de mi rockerismo y también, un poco, la de mi feminismo, pues sin duda ambas tendencias en mí han ido siempre de la mano. Y aunque fui de un grunge tardío al new-metal, del punk al post-punk, de ahí al metal, luego al rock gótico, luego al new wave, luego al new rave, luego al electrónico, luego al indie dance, luego al indie rock, luego al shoegaze, luego al dream pop, luego… bueno, no ha sido tan simple como suena. Casi todos los géneros, aunque se odien, se ven obligados a ser amigos en mis listas de reproducción, hay unos que siempre me acompañan, como el post-punk, otros que ya no escucho, como el new-metal. También hay muchos en medio que no formaron parte de mi estilo de vestir, mas sí de mis gustos e influencias: jazz, blues, bossanova, folk, salsa, tango, huapango... Una melómana no se conforma con un solo estilo, tiene que probar de todo. Ahora mismo, sólo como otro dato irrelevante de esta nota: mientras escribo suena Everything Now de Arcade Fire.

martes, 16 de enero de 2018

“Oscura palabra” de José Carlos Becerra (Fragmento)

A mis hermanas
Mélida Ramos de Becerra
† 6 de septiembre de 1964
4
Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.

Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han
perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más
profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas donde no me conoces.

Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida como se deja el mundo
que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.
(20 de diciembre de 1964, México)
6
Yo sé que por alguna causa que no conozco estás de
viaje,
un océano más poderoso que la noche te lleva entre
sus manos
como una flor dispersa…

Tu retrato me mira desde donde no estás,
desde donde no te conozco ni te comprendo.
Allí donde todo es mentira dejas tus ojos para mirarme.
Deposita entonces en mí algunas de esas flores que te han
dado,
alguna de esas lágrimas que cierta noche guiaron mis ojos
al amanecer;
también en mí hay algo tuyo que no puede ver nadie.
Yo sé que por alguna causa que no conozco te has ido
de viaje,
y es como si nunca hubieras estado aquí,
como si sólo fueras —tan pronto— uno de esos cuentos que
alguna vieja criada
me contó en la cocina de pequeño.

Mienten las cosas que hablan de ti
tu rostro último me mintió al inclinarme sobre él,
porque no eras tú y yo sólo abrazaba aquello que el
infinito retiraba
poco a poco, como cae a veces el telón en el teatro,
y algunos espectadores no comprendemos que la función
ha terminado
y es necesario salir a la noche lluviosa.

Más acá de esas aguas oscuras que golpean las costas de
los hombres,
estoy yo hablando de ti como de una historia
que tampoco conozco.
(6 de febrero de 1965, México)

7
madre, madre,

nada nos une ahora, más que tu muerte,
tu inmensa fotografía como una noche en el pecho,
el único retrato tuyo que tengo ahora es esta oscuridad,
tu única voz es el silencio de tantas voces juntas,

es preciso que ahora tu blancura acompañe a las flores
cortadas,
ningún otro corazón de dormir hay en mí que tus ojos
ausentes,
tus labios deshabitados que no tienen que ver con el aire,
tu amor sentado en el sitio en que nada recuerda ni sabe,
ahora mis palabras se han enrojecido en su esfuerzo de
alzar el vuelo,
pero nada puede moverse en este sitio donde yo te respondo
como si tú me estuvieras llamando,
nadie puede infringir las reglas de esta mesa de juego a la
que estamos sentados,
a solas como el mar que rodea al naufragio
hemos de contemplarnos tú y yo,
nada nos une ahora, sólo ese silencio,
único cordón umbilical tendido sobre la noche
como un alimento imposible,
y por allí me desatas para otro silencio,
en las afueras de estas palabras,
nada nos tiene ahora reunidos, nada nos separa ahora,
ni mi edad ni ninguna otra distancia,
y tampoco soy el niño que tú quisiste,
no pactamos ni convenimos nada,
nuestras melancolías gemelas no caminaban tomadas de la
mano,
pero desde lejos algunas veces se volvían a mirarse
y entonces sonreían,
ahora un poco de flores para mí
de las que te llevan,
también en mí hay algo tuyo a lo que deberían llevarle flores
ese algo es el niño que fui,
ya nada nos une a los tres,
a ti, a mí, a ese niño,
(22 de mayo de 1965, México)

 
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