A mis hermanas
Mélida Ramos de Becerra
† 6 de septiembre de 1964
4
Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón; un ligero temblor del lado de la noche, un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios. Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz; yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar, los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda sin buscar la estrella polar. Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente, y tus manos están abiertas donde no me conoces. Y eso me pertenece ahora; la visión de esa mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo. Tu mano entregada a mí como una adopción de las sombras.
(20 de diciembre de 1964, México)
6
Yo sé que por alguna causa que no conozco estás de
viaje, un océano más poderoso que la noche te lleva entre sus manos como una flor dispersa… Tu retrato me mira desde donde no estás, desde donde no te conozco ni te comprendo. Allí donde todo es mentira dejas tus ojos para mirarme. Deposita entonces en mí algunas de esas flores que te han dado, alguna de esas lágrimas que cierta noche guiaron mis ojos al amanecer; también en mí hay algo tuyo que no puede ver nadie. Yo sé que por alguna causa que no conozco te has ido de viaje, y es como si nunca hubieras estado aquí, como si sólo fueras —tan pronto— uno de esos cuentos que alguna vieja criada me contó en la cocina de pequeño. Mienten las cosas que hablan de ti tu rostro último me mintió al inclinarme sobre él, porque no eras tú y yo sólo abrazaba aquello que el infinito retiraba poco a poco, como cae a veces el telón en el teatro, y algunos espectadores no comprendemos que la función ha terminado y es necesario salir a la noche lluviosa. Más acá de esas aguas oscuras que golpean las costas de los hombres, estoy yo hablando de ti como de una historia que tampoco conozco.
(6 de febrero de 1965, México)
7
madre, madre,
nada nos une ahora, más que tu muerte, tu inmensa fotografía como una noche en el pecho, el único retrato tuyo que tengo ahora es esta oscuridad, tu única voz es el silencio de tantas voces juntas, es preciso que ahora tu blancura acompañe a las flores cortadas, ningún otro corazón de dormir hay en mí que tus ojos ausentes, tus labios deshabitados que no tienen que ver con el aire, tu amor sentado en el sitio en que nada recuerda ni sabe, ahora mis palabras se han enrojecido en su esfuerzo de alzar el vuelo, pero nada puede moverse en este sitio donde yo te respondo como si tú me estuvieras llamando, nadie puede infringir las reglas de esta mesa de juego a la que estamos sentados,
a solas como el mar que rodea al naufragio
hemos de contemplarnos tú y yo, nada nos une ahora, sólo ese silencio, único cordón umbilical tendido sobre la noche como un alimento imposible, y por allí me desatas para otro silencio, en las afueras de estas palabras, nada nos tiene ahora reunidos, nada nos separa ahora, ni mi edad ni ninguna otra distancia, y tampoco soy el niño que tú quisiste, no pactamos ni convenimos nada, nuestras melancolías gemelas no caminaban tomadas de la mano, pero desde lejos algunas veces se volvían a mirarse y entonces sonreían, ahora un poco de flores para mí de las que te llevan, también en mí hay algo tuyo a lo que deberían llevarle flores ese algo es el niño que fui, ya nada nos une a los tres, a ti, a mí, a ese niño,
(22 de mayo de 1965, México)
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martes, 16 de enero de 2018
“Oscura palabra” de José Carlos Becerra (Fragmento)
Posted by Erika Said
Labels: Poetas
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