viernes, 17 de enero de 2025

Rest in Power, David Lynch

Cuando le preguntaron a David Lynch qué pensaba de que las personas dicen no entender su cinematografía, él dio esta belleza de respuesta, que en mucho me recuerda (aunque en otro contexto) al acto de leer poesía: 


"Me gusta que en las historias exista una discusión sobre una estructura concreta, pero que también contengan abstracciones. La vida está llena de abstracciones y la manera en que las desciframos es a través de la intuición. Así que la gente está acostumbrada a películas que se explican a sí mismas en un cien por ciento, se desconectan de esa cosa hermosa que es la intuición cuando ven una película que tiene algún tipo de abstracción. Y algunas personas, por otro lado, aman estas abstracciones porque les permite soñar. Una abstracción para mí es algo que el cine puede contar. Y es algo tan bonito pensar, para mí al menos, en estas imágenes y sonidos flotando juntas en el tiempo dentro de una secuencia, haciendo algo que sólo se puede explicar a través del cine. No sólo son palabras, no sólo es música, son muchas cosas unidas creando algo que no existía antes." 

 Gracias por tanto, Lynch. El mundo te va a extrañar un montón.


miércoles, 19 de julio de 2023

Orcas asesinas y el submarino Titan.

"Quiero una muerte tonta, 

de esas que nadie se explica" 

-Los Punsetes.

Mientras las redes sociales explotaban con noticias, especulaciones y memes sobre lo que pudiera haberle sucedido al submarino Titan, el sumergible había ya implosionado el 18 de junio de 2023. Con veintidós pies de longitud, era del mismo tamaño que una ballena orca adulta.

La noticia estaba en todas partes, iba completándose, a manera de rompecabezas, con cada dato que los medios revelaban al público. 

Primero hubo esperanza: quedaban unos días para que el oxígeno que alimentaba al tanque y daba vida a sus pasajeros, se terminara. Las brigadas de apoyo buscaban incansablemente en el fondo del mar. Yo imaginaba a las cinco personas a bordo sudando, en crisis, perdiendo la cordura entre la falta de alimento y el olor pestilente de sus heces, pues en las noticias escuché que el baño sólo tenía espacio para un galón de desechos.

Después, alguna noticia fatalista anunció: "se ha acabado el oxígeno en el Titan, sus pasajeros están oficialmente muertos". Una película de espanto, de esas donde se lucha por la vida a costa de quien sea o lo que sea. ¿Pero qué podían hacer esos cinco pobres millonarios, encerrados con tornillos en una cápsula en medio de la vastedad del mar?

Finalmente, se develó que la nave había implosiando un par de horas después de iniciar su descenso. "Murieron sin dolor", se dijo. Ni remotamente cercano a la angustia que suponía imaginar a sus pasajeros luchando durante días por el oxígeno, mas debió haber sido terrorífico enterarse de los problemas técnicos que afrontaba la nave: estaban atorados -según se lee en el registro de comunicación con la torre de control que los monitoreaba-, escucharon estruendos causados por la presión del agua sobre el metal, los indicadores de estatus estaban en rojo, el comandante trataba de tranquilizarse, de tranquilizar a los otros. La nave, que debía subir a cierta velocidad, no parecía alcanzar la cifra anhelada. Se iba perdiendo la esperanza de volver a la superficie, promesa por la que pagaron 250 mil dólares en un contrato que, con "letra chiquita", hablaba del riesgo de perder la vida en el viaje. Más ruidos ensordecedores: el Titan colapsaba.

La explicación mediática, con videos de ejemplificación, señaló que la implosión sucedió en  cuarenta milisegundos, a una temperatura mayor a la del sol. Pensar esto despertó en mí una manera distinta de horror, una especie de pesadilla en la vigilia que me persiguió por días. Me imaginaba ahí sentada, quizá mirando por la ventanilla hacia dentro de la inmensidad oceánica, sin alcanzar a sentir dolor o a mirar mi cuerpo desintegrarse. ¡Pum! Ya no estoy ahí, ni en ninguna parte. Como en esa serie de Netflix, Russian Doll, donde el personaje que interpreta Natasha Lyonne muere veintiséis veces de las maneras más absurdas, en una fantasía ciencio-ficticia donde lo último que ella mira es un taxi embistiéndola, o la explosión de una estufa de gas, o la profundidad de una alcantarilla a la que cae. Ella siempre despierta en otra vida. Pero en la realidad, al menos hasta donde sabemos, después de morir no hay nada. Ahí es a dónde fueron a parar nuestros cinco millonarios, incautos de que esa mañana, en la cual planeaban ver las ruinas del Titanic, se convertirían en ruinas ellos mismos, partículas microscópicas que por lo menos alimentarían a los seres marinos.

Aquellos días soñé varias veces con el Titan. Mientras hacía mis actividades diarias lo recordaba, me gustaba detenerme un momento e imaginar cómo había sido el último segundo de sus tripulantes. "Ahora estoy viva. Ahora ya no". Me perturbaba, pero a la vez me fascinaba, lo pequeñísima y frágil que es la vida humana, aún la de esas personas que según nuestro sistema capitalista valían más que yo, pues poseían mucho más de lo que yo poseeré nunca. Lo pienso sin ningún afán grandilocuente, simplemente observando cómo la Madre Naturaleza, en su omnipotencia, pudo acabar con cinco de los hombres más ricos del mundo en un tronido de dedos.

También por aquellos días fue que llevé a mi hija al parque de diversiones SeaWorld. Había un mural de madera construido y pintado a manera de submarino, con un hueco en la cabina del dibujo, detrás del cual se suponía que nosotras, turistas, nos pusiéramos para sacar una foto. Un desasosiego me invadió. Pensé en el Titan, como si le guardara algún tipo de luto en el cual, meterme yo a un submarino de mentiras representaba una afrenta, aunque era más bien un recordatorio de mi propia y perecedera humanidad. Igual nos metimos y sacamos la foto.

Más tarde, al ver el show en el cual dos magníficas orcas hacían malabares en un tanque de apenas unas veinte veces su tamaño, algo más profundo se movió en mí. Me entraron unas ganas incontrolables de llorar. "Ésta es Takara, de treinta y dos años", dijo la entrenadora, señalando a una de ellas. Casi mi edad. "Éste es Tuar, quien nació aquí en SeaWorld hace veinticuatro años". Yo derramaba lágrimas que me limpiaba pronto para que mi hija no las viera. "Veinticuatro años siendo un esclavo", pensé. Recordé la noticia de las orcas salvajes que, apenas hacía unos meses, había dado la vuelta al mundo, pues atacaron y hundieron tres yates en Gibraltar: yates de gente rica como las cinco víctimas del Titan, o como la mayoría de los ahogados en el Titanic en 1912, o como los dueños de SeaWorld. Pensé en Shamu, la orca actriz que en el filme Liberen a Willy de 1992 me había otorgado una consciencia medioambientalista siendo yo apenas una niña, fue entonces cuando entendí que los animales en parques acuáticos no eran más que prisioneros del capitalismo circense.

Shamu se me presentaba ahora en las figuras de Takara y Tuar, las dos ballenas malabaristas que, como Willy, esa noche nos pedían ayuda con sus imponentes presencias. Pensé en el tráfico humano. En la prostitución infantil. En la esclavitud moderna. En los migrantes que perecen cada año tratando de llegar a un país con mejores oportunidades. Volví a Tuar, a Takara, percibí el síndrome de estocolmo que presentaban ante sus entrenadores. Sentí su sufrir. Las escuché decirme, en un lenguaje del corazón, que hiciera algo por ellas. 

¿Cómo les puedo ayudar? Me pregunté. 

Me lo sigo preguntando. Por ahora, simplemente expando la consciencia, reflexionando para mí, para los otros -como hago escribiendo este artículo- sobre cómo puedo mirar más hacia el planeta, la naturaleza y su doble condición de creadora/destructora. Sobre cómo tener presente la doble condición creadora/destructora del ser humano en su ambición por conquistarlo todo a través de la tecnología. Pero no somos más que eso: simples humanos. "La tecnología es sólo un reflejo del ego de nuestra especie", me dijo un amigo hace poco, cuando le contaba mis inquietudes sobre el Titan y las orcas esclavas. 

Lo es. Creo que la enseñanza para mí, es que debo bajarle a mi ego humano. Debemos, como colectivo, pero empezando yo como individual, analizando la manera en que mi presencia le afecta al planeta. Porque sólo entendiendo que todos estamos interconectados, que somos parte de un mismo cuerpo (la Tierra), lograremos tratar al planeta con cuidado y amor. No vivimos sin los demás y los demás no viven sin nosotros. La naturaleza nos conforta tanto como pudiera matarnos, si quisiera. Combatir ese ego nocivo (pues también existe un ego constructivo) equivale a dar un primer paso hacia dejar de contribuir a nuestra propia destrucción.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Crónica póstuma de un taller con Cristina Rivera Garza en la Universidad de Houston

Transformaciones para nunca mirar atrás. 

El 2021 fue un año de transformaciones planetarias, lo dice una tradición New Age que asegura que, mientras 2020 fue el año de apertura de portales interdimensionales, 2021 fue el año en que el Planeta Tierra (con todo y sus humanos, animales, cetáceos y ecosistemas) cruzaron esos portales. El tiempo se aceleró, lo viejo quedó atrás y la consciencia humana se elevó, se supone. No todes les humanos lograron cruzar el portal este año, pero si me declaro creyente de estas interpretaciones avaladas por predicciones mayas, chamanes andinos y la astrología, concluiría que el taller-clínica Las Escrituras del Reino Vegetal, fue para mí prueba suficiente de que la transformación propia y de mis prójimos se está dando en mis narices. 

Conceptos y teorías contemporáneas que se salen un poco de las convenciones académicas que todavía hace unos años dominaban los campos de las humanidades y las ciencias, se hicieron claros para mí al repasar las lecturas de este taller con Cristina Rivera Garza. Esto no se dio como efecto inmediato, sino que requirió, además de la lectura de los textos obligatorios para el curso, el análisis de los mismos. Yo por mi parte, realicé investigación externa sobre estudios de los nuevos materialismos, teoría de los afectos, ecocriticismo y las escrituras geológicas, que me hicieron reflexionar sobre nuevas formas de plantear las ideas en papel con conceptos como el del “tiempo profundo” o las repeticiones cíclicas que ayudan a ilustrar, desde el microcosmos del texto, un macrocosmos en interacción con el Antropoceno. 

Para explorar dichos temas que escuchaba a la Dra. Rivera Garza explicar durante las sesiones del taller, utilicé como excusa la pieza de obra creativa que me tocó reseñar: Hunger, de Elise Blackwell (la reseña publicada se puede leer aquí). La novela me pareció el balance perfecto entre escritura tradicional (de taller) norteamericana, y una escritura más apegada a las nuevas prácticas de la narratología. Estas prácticas, técnicas y recursos, también se vieron ilustradas en las demás piezas de ficción que revisamos durante el taller: No es un río de Selva Almada y Las tres mitades de Ino Moxo de César Calvo juegan con la idea del tiempo cíclico, de los fractales, pero a diferencia de la pieza de Blackwell, aportan una dimensión lingüística que problematiza cuestiones como el lenguaje, la decolonialidad, la mixtura cultural. 

Sucede lo mismo en los cuentos de Giovanna Rivero y Magela Baudoin, a quienes no sólo leeímos sino con quienes tuvimos el gusto de interactuar. Ellas inspiraron ideas que, más allá de las planteadas en sus textos, nos permitieron observar directamente durante la presentación de Matria: su proyecto más reciente donde exploran conceptos sobre la producción independiente y comunal de piezas literarias por medio de plataformas como Twitter o Youtube. Gracias a ellas, pude ver más pragmáticamente maneras no normativas de producir, publicar y recibir literatura, que Rivera Garza ya venía desarrollando con la creación de un rizógrafo en la Universidad de Houston y de Canal Press, editorial independiente cuya primera publicación fue el poemario póstumo titulado Primera Tormenta de Susana Chávez Castillo, una escritora asesinada hace pocos años en Ciudad Juárez. 

En cuanto a las piezas de no-ficción que leímos, aprendí sobre la forma en que la ciencia y humanidades más analíticas (la antropología, la sociología) se encuentran también en un punto de la historia en las que se cuestionan los conceptos que por años formaron parte de la normatividad científica. En piezas como The Government of Beans (Kregg Hetherington), Limber (Angela Pelster), Una trenza de Hierba Sagrada (Robin Wall Kimmerer) o The Mushroom at the End of The World (Anna Tsing) pude apreciar la manera en que, desde la narrativa ensayística contemporánea, se les da voz a seres que previamente se creía desposeídos de agencia: la flora que es parte de la alimentación básica humana (como la soya, el maíz, distintos tipos de granos, la calabaza e incluso las setas) cobra vida en los textos leídos, a la vez que otros como The Chernobyl Herbarium (Michael Marder), Astroecology (Johannes Helden), Cortezas (Didi-Huberman) y Ecodeviance (CA Conrad) no sólo resultaron en muestras de arte contemporáneo cross-género y de cómo se puede escribir desde el no-centro, sino que además despertaron en mí una consciencia sobre la vitalidad de las plantas, la interconexión que tenemos todos los seres que poblamos el planeta tierra y, por supuesto, decantando en la reflexión sobre todo lo que estamos haciendo mal como civilización, que podría acabar con nuestra existencia y la de las especies compañeras. 

Y hablando de compañeres, las entregas de los alumnes del Ph.D. en Escritura Creativa en Español y los comentarios de taller, incluyendo los pertinentes al área de la lingüística que aportó Julio César López Otero, representaron un intercambio de ideas y perspectivas que consideré un lujo. Cada une de elles trajo sus experiencias desde diferentes zonas geográficas, naciones con historias específicas y conflictos políticos notables, además de la diversidad de especializaciones que cada une ha tenido: algunes provenientes del teatro, otres de las artes visuales, las ciencias sociales o, como yo misma, del análisis literario (que siempre será un análisis más “tradicional,” comparado con la manera en que la doctora Rivera Garza nos inspira a observar los textos desde posturas no convencionales), resultó en una riqueza de aportaciones que hizo crecer a mi propio proyecto creativo en temática y técnicas, y cambió muchas de las formas en que he venido escribiendo. 

Pude notar el desconcierto de quienes recién se unen al programa, esto lo entiendo como un proceso cíclico, pues yo era elles cuando tomé por primera vez un taller con Cristina. Esta diferencia me sirvió como referencia de lo mucho que se puede crecer estando en un programa de escritura creativa a nivel de doctorado y, definitivamente, me aporta algo parecido a la esperanza de por qué es necesario seguir escribiendo más allá de los límites y normas, más allá de los convencionalismos de las tradiciones literarias, del lenguaje (RAE), de los nacionalismos, de los intereses capitalistas, del monoculturalismo y hasta del monolingüismo.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Pesadilla No. 4

Pesadilla No. 4

"Dreamers, they never learn, they never learn
beyond the point of no return"
-Radiohead, DAYDREAMING

Llevo tres días soñándote
me pregunto
el significado de esos sueños

no hay caballos cruzando el mar
ni estoy desnuda en la fila del banco
el escenario es 
            siempre una fiesta

le mostramos al mundo 
que somos
lo que no pudimos

entramos juntos 
de la mano
            sin vergüenzas ni culpas

nos miran          naturales:
dos seres humanos acompañándose
en esta pesadilla 
                           que es la vida

hay sombras
            bailando indiferentes 
del magnetismo entre tú y yo
aisladas               acorraladas
por amigos conversamos       
ya nunca 
            pendientes 
de que se descubra el secreto

no hay secreto ya
                           ni paranoia
de estar a punto
                             de pisar 
                             una mina 
                             explosiva
                                    !

pero lo sé            es un sueño 
y sé que existe también
            una desdicha interpuesta 
            una pared de vidrio           
            un límite entre
su esencia onírica      y la realidad

somos 
la nada más 
allá de la inexistencia:
un sueño           en donde 
el magnetismo falla 
cada vez que fallamos
                          en reconocernos 

y todo es angustia y es desconsuelo
carcajadas en los rostros de nuestros amigos
fiestas depres 
                           de música rara  
                           mañanas de resaca
                           mañanas húmedas
abro los ojos y estoy sudando
los sueños nunca mienten

como el de anoche
cuando te miraba 
avanzar              lento
                          sobre la nieve

seguía tus huellas hasta una torre
un espiral de escaleras nos conducía     
                          al cielo de ladrillos 
                          madera y paja

dentro         arriba
en la oscuridad nos aferrábamos 
al instante
            resguardados 
                         de los ojos ajenos

dentro        abajo
colapsamos 
porque así son mis sueños:
llenos de apocalipsis
            tsunamis
            persecuciones
            campos minados
                      !

                          colapsamos

como la torre se derrumba      
como el momento 
                                de paz entre nosotros
cae al vacío del olvido 

y me despierta   mi propio llanto
las ruinas 
             de tres mañanas que
me preparan
a enfrentar el día a día:

la vida         esa pesadilla 
que comienza 
donde acaba el sueño




viernes, 25 de octubre de 2019

Entrevista: el enfoque de Amparo Hurtado.

Comparto una entrevista que me hizo Claudia Nathalí, estudiante de traducción en la Universidad César Vallejo (Trujillo, Perú).

 1. ¿Qué es fidelidad y cómo se determina la misma en la traducción literaria? 
 Como sabrás, el concepto de fidelidad ha ido cambiando a medida que avanzan los estudios sobre la práctica y metodología de la traducción. Cada traductor puede llamarle “fidelidad” a algo distinto. Para mí radica en que el texto meta comunique exactamente las mismas sensaciones, (re)flexiones y texturas que el texto base quiso comunicar, eso que el texto quiere comunicar no será nunca lo mismo en dos poemas pues hay que tomar en cuenta el contexto y la intención o finalidad de cada texto. Por ejemplo, si se trata de una obra de ficción traducida al inglés, en donde lo que se quiere destacar es el lenguaje de los barrios de población negra en Miami, entonces la traducción fiel será una que traduzca tan al pie de la letra que de vez en cuando incluso deba usar términos en inglés como “bro, yo, nigga”, pues si se traducen pierden esa condición cultural; quizá esto no era importante antes pero en la época del internet donde todos tenemos acceso a un Google y estamos expuestos a otros idiomas, es más fácil incluir extranjerismos pues las personas están más familiarizadas con ellos por medio del cine, la música y el espectáculo. Pero si el texto no busca hacer una referencia cultural o de clase, si no, por ejemplo, generacional, es decir, el autor busca conectar con los jóvenes que leen, entonces se es fiel de otra manera y evitando extranjerizar el texto pues lo que se busca es hablar el mismo dialecto que esos jóvenes lectores, esto implicaría una traducción transparente llena de equivalencias culturales: al decir “cool” en inglés, no se traducirá como “fresco” si no como “chido”, “chévere”, “guay”, dependiendo a qué lectores en qué país va dirigida la traducción, porque esa es otra característica de la traducción contemporánea, que toma en cuenta en cuál región se leerá, entonces no será lo mismo traducir para los lectores argentinos que para los españoles. Otro ejemplo, un texto lleno de referentes culturales como la descripción de la cocina típica de un país, digamos, de Japón; en este caso se debe guardar una fidelidad a ciertos conceptos japoneses. En estas prácticas los pies de página y las explicaciones son cruciales, al menos en mi experiencia.

 2. ¿Cree que se debería evaluar la fidelidad bajo el enfoque de Amparo Hurtado?
 Sí, me agrada el enfoque de Hurtado, de hecho mi respuesta anterior va por esa línea. Amparo habla de una reescritura más que una traducción letra por letra, para ella el traductor es tan creador como quien escribió el texto original, yo no puedo estar más de acuerdo. Especialmente en la práctica de la traducción literaria se tiene que ser muy creativo para que el texto meta mantenga un buen ritmo, cadencia, tono, y que a la vez comunique lo que el texto base quiso comunicar. Me ha tocado ver casos en los que la aportación del traductor al traducir incluso mejora el texto original.

 3. ¿Cree que es fundamental la subjetividad en la traducción de poemas? 
 Casi fundamental pero no del todo. Obviamente como traductores siempre le ponemos un poco de lo nuestro, pero creo que al consultarlo con el autor y el editor, deja de ser subjetivo pues los aportes de dos o tres personas acaban haciéndolo objetivo. Yo procuro trabajar siempre con un editor o al menos pedirle a otro compañero traductor que me revise el texto que llevo. Aunque definitivamente la primera versión de una traducción, esa que es mía y solo mía, está plagada de subjetividades y complicidades que mantengo yo como lectora con el texto por sí solo, sin tomar en cuenta al autor ni al editor si no al texto como entidad aparte.

 4. ¿Cree que es fundamental la historicidad en la traducción de poemas? 
Otra vez, no creo que nada sea fundamental en un siglo como el nuestro, mas sí me parece importante el papel de la historicidad, quizá por las mismas razones que me lo parece la subjetividad: la intención es conectar con los lectores y más que nunca hoy en día estos lectores son vistos como consumidores. En la época del consumismo “el cliente manda”, hay que tener contento al comprador, lo mismo creo que pasa cuando traduces, debes tener contento al lector y para ello, tomar en cuenta su contexto histórico opino que es importante.

 5. ¿Cree que es fundamental la funcionalidad en la traducción de poemas?
 Igual diré: no fundamental mas sí importante. Aunque no tanto como los otros dos conceptos que ya hablamos, menos cuando se trata de poesía, pues la poesía en sí misma no es para nada funcional sino recreativa, entonces el sentido de funcionalidad puede aplicar o no, dependiendo mucho a dónde va dirigido el texto. En el caso del poema de Neruda que estás estudiando, la funcionalidad podría ser importante si el poema apareciera publicado en un libro de texto de escuela elemental, pues debe “funcionar” como educativo. Si, en cambio, se verá publicado en una editorial independiente que distribuirá a lectores que leen poesía por placer, entonces se reduce la importancia de la funcionalidad. Todas estas son opiniones personales y habrá traductores que estén en desacuerdo, pero así es como lo veo desde mi experiencia como traductora de textos literarios.

jueves, 24 de mayo de 2018

Este blog

está más muerto


que el punk


en 1981.

martes, 15 de mayo de 2018

Maestros, maestros por todas partes.

Recuerdo con cariño a la maestra Tencha, mi profesora de literatura en la secundaria. En ese tiempo yo era dark y rebelde. Un día volví del receso para encontrarla leyendo mi cuaderno donde solía escribir poemas y hacer dibujos súper elaborados, a ese cuaderno le dedicaba todas las horas que no le dedicaba a la socialización.
     Al principio me mostré recelosa de mi privacidad, pero ella se portó buena onda, preguntó de dónde había copiado los poemas, le respondí que yo los había escrito y entonces opinó que escribía muy bien para una chica de mi edad. Más tarde en el año me comentó: "Erika, cuando publiques un libro no te olvides de mí, házmelo llegar que me encantará leerte", también me regaló pases para ver a Carlos Fuentes en el Festival Letras en el Golfo. Ese fue mi primer contacto real con la literatura, la primera vez que alguien ponía en mi cabeza la idea de dedicarme a ella, además de mostrarme que los escritores existían como personas comunes de carne y hueso; no me pareció difícil entonces decir "quiero ser escritora". 
     La maestra Tencha supo que publicaría un libro antes de que yo misma lo supiera, ella creyó en mí y es por profesores/amigos como ella que estoy aquí, echándole ganas a este oficio que puede llegar a ser ingrato pero es también satisfactorio. En Estados Unidos no existe un día del maestro como en México, pero existe "la semana de apreciación del maestro", algo celebrado sólo por la comunidad escolar. En México cualquier excusa vale para hacer fiesta. Extraño un poco eso: el día del maestro es sonado en las noticias, en los microbuses, en las sobremesas, en las redes sociales, en los grupos de chat.
     Así que quiero tomar un momento para agradacerles a mis maestros, gracias a quienes soy la profesionista que soy. Creo que los puedo contar como amigos y tienen un lugar especial en mi corazón. De la prepa: Gabriela Brito, Román René Orozco y el padre Pepe Mendez Alcaraz. De la licenciatura: Vladimir Guerrero, Monica Torres Torija, José Antonio García Pérez, Humberto Payan, Alma Trejo y Reina Armendáriz. De la maestría: Santiago Daydi-Tolson, Melissa Wallace, Francisco Marcos-Marín, Marlgorzata Ollewskewicz-Peralba, Jack Himelblau. Maestros de taller: Julián Herbert, Gerardo Segura, Eduardo Antonio Parra, Amélie Olaiz y Cristina Rivera Garza. Eso sin contar a los profesores que me han transmitido conocimientos a través de sus libros pero que no he conocido en persona. Pero sobretodo quiero reconocer a los más importantes, mis maestros de vida, los profesores no académicos que me enseñan lecciones existenciales todo el tiempo con el simple hecho de compartir conmigo su vida, entre ellos se cuentan todos mis amigos y familiares.

sábado, 31 de marzo de 2018

Una vez tuve un encuentro con mi alma gemela (poema)

Una vez tuve un encuentro con mi alma gemela 
algo me jaló hacia ella 
un magnetismo descomunal
digo “ella” porque en la Nueva Era 
se sabe que las almas no tienen género

para el caso:
mi alma gemela encarnó en este mundo
con cromosoma Y
que se hizo un feto
que se hizo un bebé
que se hizo púber 
que se hizo adolescente 
que se hizo adulto
que se hizo mi amante 
cuando un magnetismo 
descomunal, lo jaló hacia mí
Trompetas y campanadas
no había sentido eso con nadie, nunca
no lo he vuelto a sentir nunca, de nuevo
el desquiciado goce narcisista, humano
de mirarme en él como en un espejo
y verme desde el sexo opuesto vistiendo 
la ropa que yo usaría si fuera hombre 
oír las palabras salir de su boca 
en el mismo orden que saldrían de la mía
escuchábamos la misma música rara
(del punk al metal y del progre al post-rock)
estábamos ganchados 
al alcohol y a las pastillas
leíamos los mismos autores, suicidas y atormentados
amábamos las mismas películas extranjeras
odiábamos casi todo lo demás
lo que no fuéramos nosotros
con nosotros dos bastaba para poseer el mundo
we owned it, lo odiábamos
nos odiábamos de tanto parecernos

(porque esa era mi alma gemela
pero dos gemelos idénticos no pueden ser amantes
hay algo incestuoso, repelente en sus vibraciones
la misma fuerza magnética que los atrae luego los separa)
El espejo acabó por romperse
el goce desquiciado acabó por arder 
en llamas hasta consumirse
y ahí quedaron mis roces 
humanos con mi alma gemela
que hoy vive en Manhattan y se echa 
un porro cada noche 
besa a muchachas amargas que conoce en galerías de arte
muchachas con novios y esposos
muchachas imposibles y trágicas 
de quienes nunca ha escrito nada 
porque su vida ahora es triste 
a pesar de tener todo lo que siempre quiso
En cambio -cuando aún escribía-
supe que publicó un poemario dedicado
a mí, la Bruja del Este (así decía la primera página:
“Para la Bruja del Este”)
sé que es para mí precisamente porque soy bruja
lo del este no indica nada, pues debe tener
varias mujeres en el este
y en el norte y el sur y el oeste y el poniente
La verdad es que mi vida en el este
es tan triste como la suya en Manhattan
y a él le he dedicado un hijo
un hijo que tuve con otro hombre
opuesto a él, opuesto a mí
un hombre desechable que hoy no está
pues yo preferí quedarme sola
con el hijo
que se parece a ella, a mi alma gemela

(o a él, para que entiendan, como ya he explicado 
… sí, sí, lo de la Nueva Era)
ese hijo pudo ser suyo 
y al fin creo que es suyo, energéticamente
o quizá sea nuestra alma gemela
y seamos almas trillizas o cuatrillizas
y por aquí ande uno más de nosotros
o quizá
 ése haya nacido en otro planeta
o aún no haya nacido
sé que me escucho como una loca 
y lo estoy, pero no me cabe duda 
que una vez tuve un encuentro con mi alma gemela 
engendramos risas e ideas
engendramos un hijo, energéticamente
que tiene rasgos suyos y gestos míos 
que tiene nuestra mente de locomotora 
desvielada y oye música rara y desoladora
and he’s into Tarkovsky 
y se ha enamorado de un alma 
que encarnó con cromosoma X
tal vez funcione, lo de ellos dos
tan sólo son “almas afines”
no que nosotros somos “almas gemelas”
destinadas al distanciamiento
sé que en alguna otra vida volveré
a encontrármela, a mi alma gemela
y volveremos a pasar por lo mismo
una y otra vez, como Paolo y Francesca
hasta que hayamos aprendido la lección terrenal
de que aquí todo se pudre y nada permanece
estaremos listos para unirnos, algún día
no en carne ni materia, energéticamente
tendremos sexo etéreo
nos amaremos en lo volátil
y retornaremos 
juntas, a la fuente universal

domingo, 11 de febrero de 2018

Rumbo al Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea

El 1, 2 y 3 de marzo estaré en el Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), ¿alguien irá? Me dará gusto verlos. 

Hace unos años participé con mi investigación “Desdibujamiento de fronteras en dos escritores norteños: Rafa Saavedra y Carlos Velázquez”, la cual publicaron en el número 71 de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, revista con un comité editorial de lujo que incluye a Elena Poniatowska, Federico Patán, Evodio Escalante, Julio Ortega, Samuel Gordon (a quien cito en mi texto) y muchos otros excelentes críticos, académicos y escritores. Si quieren leer el ensayo completo está en mi página de Academia: https://UTSA.academia.edu/ErikaSaid


lunes, 5 de febrero de 2018

Sueño que sueño que te sueño cuando nos sueño

Esta mañana mientras tomo el té, tengo un recuerdo contigo. O quizá es el recuerdo de un sueño contigo. El té, para mí, va sin azúcar, por ello nunca uso cuchara, pero hoy he encontrado un bichito hirviendo en el agua dentro de la taza y hube de meter una cuchara para sacarlo, por inercia la he dejado ahí. Mientras bebo, siento el frío del metal rozándome la cien. Es esa insignificancia la que aviva el recuerdo de una noche que pasamos en el café Buena Vista.  Casi no íbamos a ese café, pero fuimos aquella vez, teníamos hambre y antojo de crepas. Me pedí un americano y al ponerle azúcar cometí el acto infantil de abandonar la cuchara adentro. Me lo seguí bebiendo así, deteniendo su movimiento con los dedos cada que ponía la taza en mi boca. Tú sugeriste que sacara la cuchara, según me explicaste, el metal hace que se enfríe más pronto el café. Cuestión de lógica, pero yo nunca me caractericé por entender las leyes de la lógica. Debió haber sido una noche fría como las tantas de mis recuerdos contigo. Lo que ni tú ni yo notamos, fue que me estabas enseñando algo nuevo, me transmitías un poco de la sabiduría cotidiana que dominan las personas de climas fríos como tú. A mí, la muchacha costeña que experimentaba las primeras heladas de su vida y también, sin saberlo, uno de los grandes amores de su vida.

En cada ciudad que he vivido he aprendido usos parecidos de parte de mis amistades, manías propias de la subsistencia en determinada región, instauradas ancestralmente y definidas por el tipo de clima. Así es como también he aprendido de lo variada que puede ser la naturaleza. En San Antonio la lluvia. En McAllen la tibieza ambiental, incluso en plena Navidad. En El Paso el calor seco o el frío seco, extremos, desérticos. En mi Tampico la humedad que cae sobre todas las cosas y personas, la lluvia tropical y la humedad, el calor implacable y la humedad, el viento que anuncia tormentas eléctricas y... ¿ya mencioné la humedad? Dallas no es tropical pero aquí también experimento ese viento húmedo en días nublados. Casi siempre está nublado, hoy lo está. Si, como quisiera creer, nosotros creamos nuestra realidad cual si estuviéramos narrando una ficción en un texto, elegí venirme a una ciudad nublada para acompasar la melancolía que camina junto a mí desde la ultima vez que nos vimos, tener sueños cálidos en otras geografías donde por contexto tú no perteneces. Me vine aquí para dejar de soñar contigo.

Pero te decía del frío, el frío que es tuyo, tuyo conmigo y con la gente que amo de allá. Mío con las calles que llevaban a la uni mientras me protegía en la calefacción de mi auto, mía con la alcoba de adobe y un calentoncito eléctrico enrojeciéndome las mejillas (calentón, sí, así aprendí a decirle entonces al aparatejo ése que yo solía llamar calentador), mi alcoba donde nunca estuviste, como no has estado en ninguna de mis alcobas. Quizá por eso te sigo soñando en fiestas y lugares públicos u hoteles y habitaciones imaginarias, nunca en tu habitación o en la mía.

Un amor disfuncional, mutilado desde su origen, un amor con maldición. ¿Y qué si el hechizo se rompe el día en que te meta en mi alcoba? Como el hechizo que rompimos cuando pasamos la noche juntos. Fue como desenvolver un caramelo y comérnoslo despacio: detener el tiempo en un momento de pequeño goce. Hacer una travesura porque los dulces dan ansiedad y el amor también. Hasta hoy llevo el recuerdo en la boca, ácido, como afrutado. Y si el hechizo se rompió es una lástima porque era lo que me provocaba sueños desbocados contigo. Pero estar ahí, en la realidad, lo valió todo. The real thing, honey, the real thing.

Ahora sólo falta que un milagro te haga cruzar fronteras, “cortar a través del cielo” -cómo me gusta citar a Slowdive-, y meterte en mi alcoba, en lo íntimo, más sagrado de mí. Pocas veces visité tu habitación en casa de tu madre, pero al menos tuve el privilegio mientras tomábamos mate por primera vez. Tuvimos muchas primeras veces juntos, ¿o lo soñé? Hablábamos de Cortázar o Borges, ejecutábamos cada acción con pretensión torpe y calculada, honrando sin querer lo jóvenes que éramos. Tan pretenciosos, tan jóvenes pero aún tan lentos, desatinados, siempre la estábamos cagando. La verdad es que aún la cagamos, pero sucede que ya no nos tomamos la vida en serio, ¿cuánto más nos hubiéramos disfrutado si antes hubiéramos sido como ahora? No perderíamos un minuto, una sola oportunidad. Venceríamos el miedo y el cansancio. Sobre todo el miedo, ese tren de paso que nos trajo hasta donde estamos: ningún lado. Supongo teníamos todo por perder y nuestro amor no ofrecía mucho que ganar. ¿Será? ¿Será que no sabíamos cuán inagotables íbamos a ser el uno para el otro? Me gusta mejor creer que sí lo sabíamos y que tomamos esta decisión más o menos conscientes porque nos gustan los retos y porque, como a Leonard, ”we never liked it fast, we've always liked it slow”.

Un suspiro, cariño, eso has sido y sigues siendo. Un suspiro que doy en solitario. Un suspiro en la noche. Me consuela que ya lo hemos dado al unísono y he esperado en lo profundo de mí a poder repetirlo, cada día pierdo un poco más la esperanza. Suspiro en la mañana cuando te acabo de saludar en sueños. Suspiro mientras sale una canción nuestra en la estación de rock de la radio, no escucho mucho la radio pero a veces tengo qué. La música está en todas partes y es la forma que toma tu voz para llamarme, me trae tus mensajes encriptados para que los descifre mi neurosis. Hoy, por ejemplo, me hablaste con Tom Waits: "hope I don't fall in love with you". Pues que hopeless que es Tom, parece decirnos: sigan esperando, chavalitos, porque ya es tarde para eso.

Es muy pinche tarde para todo. Estamos cansados de siempre tener que despertar cuando lo mejor en el sueño está por acontecer. Y aquí es cuando despierto: ocho de la mañana, no sé si todos estos años he estado dormida o si fuiste carne alguna vez; si yo misma, la que despierto, soy un sueño que tú has construido o si existo, si hay una mujer detrás de estas letras que se escriben un día helado pero atemporal, bien podría ser enero o podría ser agosto, en los sueños las estaciones aparecen borrosas. Una lluvia nos mira cruzar la Avenida Universidad rumbo al Cinépolis con una botella de tinto escondida bajo el abrigo y, luego, empieza otro sueño de nuestro soñador incierto, nuestro fucked up Dios, que odia vernos juntos.



martes, 30 de enero de 2018

Festival Internacional de Poesía Latinoamericana

Norberto Flores, Erika Said, Gaby Rico,
Rossy E. Lima y Gerald Padilla.
Dos semanas antes de que falleciera mi madre, aún sin tener idea de la gravedad de su enfermedad, me encontraba en el Festival Internacional de Poesía Latinoamericana (FEIPOL) en McAllen, Texas. A veces pienso que ella ya se sentía mal y, de cierta forma, intuía su destino, pero me vio tan contenta cuando hablé con ella por FaceTime que no quiso estropear mi alegría. Eso es lo que una madre hace con sus hijos, lo que la mía hizo toda su vida. 
     Así que se me vino encima la prisa de la enfermedad y ya no pude escribir sobre mi experiencia en el festival, que fue efectivamente un motivo de mucha alegría, un viaje altamente gratificante y quizá el preámbulo ideal que me reforzó, preparándome sin querer para lo que venía: una especie de calma antes de la tempestad.
     FEIPOL es un punto de encuentro, un cross-road para poetas de diferentes estilos, trasfondos e incluso países. Fue ideado por mi amiga Rossy Evelyn Lima, una bella inmigrante mexicana en Estados Unidos quien, desde que la conocí allá por 2010, siempre ha buscado maneras de reunir a la gente común con la poesía, de borrar esa frontera entre Arte y arte (arte mayor y arte menor o, arte alto y arte bajo). Incluso, juntas, organizamos un pequeñísimo Festival de la Mujer cuando yo viví en McAllen, luego ella se quedaría dando talleres, conferencias y hasta una plática TEDx, promoviendo  el uso de la palabra para vencer líneas divisorias entre idiomas, culturas, países, clases sociales. 
Con la doctora Cristina Rivera Garza
   Rossy y su esposo Gerald Padilla se unieron a un grupo de emprendedores, con lo que consiguieron los recursos para poner en marcha lo que sería FEIPOL, que se llevaría a cabo por primera vez en el 2016. Yo asistí a su segunda emisión el 5, 6 y 7 de octubre del 2017, donde los poetas de honor fueron Jorge Galán, salvadoreño que viajó desde España al evento, pues ahora reside en Madrid; Cristina Rivera Garza quien viajó desde Houston; y Jorge Miguel Cocom Pech, poeta de la Nación Maya radicado en la Ciudad de México.
      Además hubo pláticas de personajes como Tony Díaz, creador del proyecto social Librotraficante, y Norma Romero, fundadora de una organización llamada Las Patronas que ofrece comida, alojamiento y hasta servicio médico a inmigrantes centroamericanos viajando en el tren La Bestia. Para aquellos no familiarizados con el tema, La Bestia es un ferrocarril que cruza todo México; al año, miles de inmigrantes en condiciones de pobreza se suben al lomo de esta máquina (en el techo) y emprenden un riesgoso viaje que dura días y a cuyo destino final a veces no llegan vivos.
La fotógrafa Verónica Cárdenas, vieja amiga mía.
      Otras artes estuvieron integradas en el festival: la obra de teatro "Manos de Mariposa" del director Domingo Ferrandis -pionero de la Dramaterapia en España-; exposición de pinturas de Gaby Rico y Carla Pierantozzi; fotografía de Verónica Gabriela Cárdenas y Asael Pérez y escultura de Samantha Isabel García. Casi todo versó en torno al tema de la inmigración y la desigualdad social entre ciudadanos de países como México y Estados Unidos. 
     Más de cuarenta poetas participaron en el resto de actividades, venidos en su mayoría de México. Desde Nuevo León se presentaron Luis Aguilar, Fernando Elizondo, Oscar David López, Nora L. Castillo, Eduardo Zambrano y Leticia Sandoval. De Tamaulipas, Norberto Flores, Jorge Sáenz, Eréndira Santillana, NoraIleana Esparza, Shantal Olvera y Eduardo Valdez Richaud. De Chiapas, Rosa Vázquez Jiménez. Del Distrito Federal, Edna Ochoa. También saludé a otros latinoamericanos radicados en Estados Unidos como el tamaulipeco Abel Badillo, el venezolano William Guaregua y la colombiana Vanessa Torres, los tres viviendo en Houston; Leonardo Nin, dominicano radicado en Nueva York; Anakaren Dávila y Andrea Flores en Austin; Guadalupe González y yo, en Dallas. Nos acompañaron dos eruopeo-mexicanos: Fiorella Pierantozzi, italiana que vive en Baja California, y Samir Delgado, español de las Islas Canarias viviendo en Durango. Por supuesto, también hubo nativos tejanos de Corpus Christi y Brownsville: Javier Villarreal, Christopher Carmona y Brenda Nettles Riojas.
Shantal Olvera, Andrea Flores, Anakaren Dávila, Erika Said y Norberto Flores
    El programa estuvo tan nutrido que resultó un poco pesado quedarse todo el día, pero cada momento lo valió. Había lecturas desde temprano en la mañana hasta mediodía, en ese lapso se incluía una conferencia, luego hacíamos pausa para ir a comer, donde nos separábamos en grupos pequeños en los cuales convivíamos más cercanamente los poetas. Me sentí particularmente cercana a Jorge Galán, Jorge Miguel Cocom Pech, Norberto Flores, Diana Ríos, Samir Delgado, Rosy Vázquez y Leonardo Lin -a estos últimos me los llevé por un elote e incluso, una vez que se hizo de noche, a bailar salsa al bar Havana Club-. Por las tardes regresábamos para la plática del poeta de honor (una por día), más lecturas de poesía y eventos variados como la obra de teatro o un concurso de declamación para jóvenes.
     Sólo dos noches nos fuimos de rumba: la vez de la Havana y la primera noche, a un bar alternativo llamado Yerbería Cultura a donde me llevé a los de Monterrey. En general pude sentirme cercana a casi todos los poetas con los que logré entablar conversación. Por lo demás, acabábamos agotados cada noche. Como cierre hubo una elegante cena de honor con más de diez postres diferentes, manteles largos y vino, ahí platiqué con Cristina -a quien ya conocía de talleres y congresos-, me despedí de Jorge e ideé proyectos con Samir Delgado.
     Meses antes de este festival yo había perdido un poco la fe en mi consagración a la literatura, había decidido dejarla por la paz y empezar a explorar otros rubros, como el de la psicología o el de la fotografía. Pero tras este encuentro me inyecté de una energía nueva que es la que me ha mantenido trabajando en lo que va del 2018, cuando apenas logro ajustarme, poco a poco, a la vida sin mi madre. Estoy, pues, sembrando semillas, regándolas de cierta forma con la energía que me dio este encuentro entre colegas; ahora sólo espero algún día mis semillas den frutos ...y volvérmelos a topar. 
Por cierto, ya está la convocatoria FEIPOL 2018 para quien guste animarse a ir.


 
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