Norberto Flores, Erika Said, Gaby Rico, Rossy E. Lima y Gerald Padilla. |
Dos semanas antes de que falleciera mi madre, aún sin tener idea de la gravedad de su enfermedad, me encontraba en el Festival Internacional de Poesía Latinoamericana (FEIPOL) en McAllen, Texas. A veces pienso que ella ya se sentía mal y, de cierta forma, intuía su destino, pero me vio tan contenta cuando hablé con ella por FaceTime que no quiso estropear mi alegría. Eso es lo que una madre hace con sus hijos, lo que la mía hizo toda su vida.
Así que se me vino encima la prisa de la enfermedad y ya no pude escribir sobre mi experiencia en el festival, que fue efectivamente un motivo de mucha alegría, un viaje altamente gratificante y quizá el preámbulo ideal que me reforzó, preparándome sin querer para lo que venía: una especie de calma antes de la tempestad.
FEIPOL es un punto de encuentro, un cross-road para poetas de diferentes estilos, trasfondos e incluso países. Fue ideado por mi amiga Rossy Evelyn Lima, una bella inmigrante mexicana en Estados Unidos quien, desde que la conocí allá por 2010, siempre ha buscado maneras de reunir a la gente común con la poesía, de borrar esa frontera entre Arte y arte (arte mayor y arte menor o, arte alto y arte bajo). Incluso, juntas, organizamos un pequeñísimo Festival de la Mujer cuando yo viví en McAllen, luego ella se quedaría dando talleres, conferencias y hasta una plática TEDx, promoviendo el uso de la palabra para vencer líneas divisorias entre idiomas, culturas, países, clases sociales.
Con la doctora Cristina Rivera Garza |
Rossy y su esposo Gerald Padilla se unieron a un grupo de emprendedores, con lo que consiguieron los recursos para poner en marcha lo que sería FEIPOL, que se llevaría a cabo por primera vez en el 2016. Yo asistí a su segunda emisión el 5, 6 y 7 de octubre del 2017, donde los poetas de honor fueron Jorge Galán, salvadoreño que viajó desde España al evento, pues ahora reside en Madrid; Cristina Rivera Garza quien viajó desde Houston; y Jorge Miguel Cocom Pech, poeta de la Nación Maya radicado en la Ciudad de México.
Además hubo pláticas de personajes como Tony Díaz, creador del proyecto social Librotraficante, y Norma Romero, fundadora de una organización llamada Las Patronas que ofrece comida, alojamiento y hasta servicio médico a inmigrantes centroamericanos viajando en el tren La Bestia. Para aquellos no familiarizados con el tema, La Bestia es un ferrocarril que cruza todo México; al año, miles de inmigrantes en condiciones de pobreza se suben al lomo de esta máquina (en el techo) y emprenden un riesgoso viaje que dura días y a cuyo destino final a veces no llegan vivos.
La fotógrafa Verónica Cárdenas, vieja amiga mía. |
Más de cuarenta poetas participaron en el resto de actividades, venidos en su mayoría de México. Desde Nuevo León se presentaron Luis Aguilar, Fernando Elizondo, Oscar David López, Nora L. Castillo, Eduardo Zambrano y Leticia Sandoval. De Tamaulipas, Norberto Flores, Jorge Sáenz, Eréndira Santillana, NoraIleana Esparza, Shantal Olvera y Eduardo Valdez Richaud. De Chiapas, Rosa Vázquez Jiménez. Del Distrito Federal, Edna Ochoa. También saludé a otros latinoamericanos radicados en Estados Unidos como el tamaulipeco Abel Badillo, el venezolano William Guaregua y la colombiana Vanessa Torres, los tres viviendo en Houston; Leonardo Nin, dominicano radicado en Nueva York; Anakaren Dávila y Andrea Flores en Austin; Guadalupe González y yo, en Dallas. Nos acompañaron dos eruopeo-mexicanos: Fiorella Pierantozzi, italiana que vive en Baja California, y Samir Delgado, español de las Islas Canarias viviendo en Durango. Por supuesto, también hubo nativos tejanos de Corpus Christi y Brownsville: Javier Villarreal, Christopher Carmona y Brenda Nettles Riojas.
Shantal Olvera, Andrea Flores, Anakaren Dávila, Erika Said y Norberto Flores |
Sólo dos noches nos fuimos de rumba: la vez de la Havana y la primera noche, a un bar alternativo llamado Yerbería Cultura a donde me llevé a los de Monterrey. En general pude sentirme cercana a casi todos los poetas con los que logré entablar conversación. Por lo demás, acabábamos agotados cada noche. Como cierre hubo una elegante cena de honor con más de diez postres diferentes, manteles largos y vino, ahí platiqué con Cristina -a quien ya conocía de talleres y congresos-, me despedí de Jorge e ideé proyectos con Samir Delgado.
Meses antes de este festival yo había perdido un poco la fe en mi consagración a la literatura, había decidido dejarla por la paz y empezar a explorar otros rubros, como el de la psicología o el de la fotografía. Pero tras este encuentro me inyecté de una energía nueva que es la que me ha mantenido trabajando en lo que va del 2018, cuando apenas logro ajustarme, poco a poco, a la vida sin mi madre. Estoy, pues, sembrando semillas, regándolas de cierta forma con la energía que me dio este encuentro entre colegas; ahora sólo espero algún día mis semillas den frutos ...y volvérmelos a topar.