Austin City Limits |
El problema tiene que ver, definitivamente, con crecer. A diferencia de años atrás, cuando mi única preocupación era aprobar las materias de la uni, invertía vastas horas en investigar talentos emergentes. Ahora reparto mi tiempo en mis muchos proyectos, en trabajar, estudiar, asear la casa, cocinar, hacer ejercicio, salir con amigos y mantener la dignidad de mis avatares en las redes sociales (crucial en el siglo XXI, ¿no?). Todo esto me deja con unas cuantas horas a la semana para hacer búsquedas musicales ya muy depuradas, de segunda o tercera mano, lo cual provoca que mi música sea la música que ya escuchan la gran mayoría de los mortales. Muy de vez en cuando dedico un fin de semana entero a buscar propuestas más "under", cambio la música de mi iPad y aguanto otros meses.
Modest Mouse en el FunFunFun Fest. |
En realidad oír y ver bandas populares no tiene nada de malo para mi ego, qué demonios, están chidas, me molan, con eso tengo (antes no: escuchar algo "mainstream" era sacrílego). Lo inconveniente es que la popularidad sí afecta mi experiencia con respecto a la música. Por eso odié el FunFunFun, Austin City Limits y el Corona Capital. Por eso me enamoré del Nrmal emisión Monterrey, el Utopia y el SXSW. Los dos primeros eran, al momento de yo asistir, festivales pequeños donde la masa fue cortés y suficientemente ligera como para escabullirme hasta adelante sin problemas. Así pude ver a las bandas de cerquita, mirar detalladamente cómo tocan sus instrumentos, qué equipo traen, qué caras hacen.
6th Street durante el SXSW |
Heavenly Junkie, San Antonio, TX |
Nombre: Heavenly Junkie.
Estilo: algo así como electroindie.
Integrantes: un bajero y un programador-guitarrista.
Número de personas en el público: 5.
¡Cinco personas! En el patio había más de 50 alcoholizándose y hablando de estupideces, la barra estaba llena, pero frente al escenario sólo yo y otros cuatro freaks (vaya, ni mis amigos se quedaron). No entendía cómo los presentes podían estarse perdiendo de tanto talento.
En el flow de mi borrachera descubrí, que para mí ése es el estado ideal de ver una banda, casi casi como ir a uno de sus ensayos: pude cerrar mis ojos y bailar, hice contacto visual con los músicos, escucharon mis gritos de aprobación, y al final, por poco, tuve la ocasión de ir a saludarlos, de contarles mis observaciones sobre lo chingona y original que me pareció su música. No lo hice porque primero le hablé a la chica de la banda gótica que tocó antes, con ella estuve platicando hasta que prendieron las luces para corrernos del lugar. Pero al menos sé que alguien con mucha imaginación y sensibilidad musical vive en la misma ciudad que yo, que me los puedo encontrar en el súper o en un bar, y que quizá algún día llenen la explanada en uno de los grandes festivales internacionales.