Había sido un sueño de naufragio para despedir el año viejo. El
agua llenaba poco a poco la habitación, mientras yo hacía una
maleta y era apurada por el caudal creciente que en algún punto me ahogaría, pero también por la sensación de que debía tomar un camión o un avión que partiría en pocos minutos. Me encontré luego en un baño de azulejos amarillos, un baño como de escuela o institución gubernamental, con una ventanita por donde entraba la luz e iluminaba mi lado derecho. Yo en
claroscuro. Por la puerta, de entre la penumbra, aparecías tú. A medida que entrabas al cuartito ibas
siendo tocado por la luz, venías a mí, me dabas un beso. Yo te decía que ya me tenía que ir, pues sabía que debía tomar un camión o un avión en pocos minutos. Luego una laguna mental. Gracias a la no-continuidad del sueño, borracha de luz y de beso, lo próximo que recuerdo es haber abierto los ojos en la primera mañana de enero.
domingo, 5 de enero de 2014
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