martes, 29 de noviembre de 2011

Renegando de "Norwegian Wood", la película.

Desde que se estaba rodando la versión fílmica de "Norwegian Wood", basada en la novela de Haruki Murakami ("Tokio Blues" en otras versiones), allá cuando me enteré que el soundtrack corría a cargo de Radiohead, la pieza me produjo curiosidad. Hasta que, casi dos años después, por fin pude verla. Pero aún no terminaba cuando ya había en mí cierta desilusión. Ningún habitante de mi casa -personas que no leyeron la novela- aguantó hasta el final, y yo misma tuve que hacer esfuerzos por no quedarme dormida.

De hecho no creo que quien no haya leído la novela pueda abstraer al cien por ciento la trama de un filme que, aunque tiene buenos logros visuales, se queda corto con el manejo del argumento. 

La película trata de ser exhaustiva al querer mostrar a todos los personajes del libro (incluso los que están "de más" en un filme de 130 minutos); y sin embargo, termina por no profundizar en sus carácteres e historias subterráneas, de manera que resulta difícil entenderlos.

En un principio me dio buenas expectativas el hecho de que estuviera dirigida por el vietnamí Tran Anh Hung, mismo de "El Olor de la Papaya Verde" (una de mis favoritas). Aunque tan pronto como la veía, me daba cuenta de que no debí guardar expectativa alguna. 

El libro está narrado en boca de Watanabe, y es por medio de él que el lector conoce las situaciones y a los demás personajes, con sus explicaciones bastas, su humor sencillo y sus disertaciones morales, políticas e intelectuales. Pero en la película pareciera que todo está visto desde unos ojos menos observadores, quizá desde la mirada deprimida de Naoko: una visión contemplativa, sin mucha acción. 

Midori, la amiga hipermaníaca del libro, era otro elemento que pudo haber salvado la acción de la película, con sus toques cómicos y su abundante diálogo, que en la novela hacían recordar a la puerilidad del ánime japonés. Pero en la movie, Midori se parece más bien a la Naoko del libro, mientras la Naoko de la película termina siendo un personaje irreconocible, una niña escandalosa, llorona y obsesionada con el sexo, que en el libro era más bien callada.

Según cuentan, por mucho tiempo Anh Hung buscó la aprobación de Murakami para llevar su narración al cine, hasta que éste finalmete aceptó y en 2010 comenzó el rodaje. No dudo que el director se haya esforzado en abstraer la esencia del libro, pero lo hizo muy a su manera. Quizá es por eso que si pienso en la película como una apropiación (una narrativa independiente), puedo decir que me gusta; pero en cuanto la relaciono a "Tokio Blues" de Murakami y a los personajes que me acompañaron por semanas mientras hacía la lectura, no termino de convencerme que sea tan buena.

Aunque quizá sea el ritmo de aquella cultura oriental uno impasible, de pasos lentos, al cual mi ritmo occidental le resulta inalcanzable; por eso Anh Hung y yo tuvimos distintas lecturas, la literatura ofrece esa libertad. Quién sabe... puede que sólo lo descubra el día en que este monólogo trascienda al diálogo con algún lector oriental, o con alguno de ustedes.

martes, 22 de noviembre de 2011

Hacia una nueva civilización humana.

Todos los movimientos de ocupación y la creciente agenda de los activistas, jóvenes en su mayoría, que abogan por un mundo mejor, ya sea con referentes a la educación, la economía, los sistemas políticos y hasta la ecología, son las muestras vivas del caminar de los humanos hacia una nueva civilización, la próxima cadena de la evolución que quizá termine de cimentarse muchos años después de hoy, cuando nosotros ya estemos enterrados tres metros bajo tierra.

Según el físico Michio Kaku, existen varios niveles de civilización superior: la interplanetaria en primer lugar, que sería una donde todo el planeta se conectara y comunicara libre, armónicamente. Luego vendría el nivel dos: la intergaláctica, donde toda la galaxia establecería relaciones como en la película "Independence Day". Al final estaría una civilización donde las galaxias se comunicaran entre sí, como en "Star Wars". Sin embargo, los seres humanos estamos todavía en el nivel cero: el de la barbarie, la autoaniquiliación. Al mismo nivel que los dinosaurios y, como ellos, corriendo el mismo riesgo de perecer como especie, cometer suicidio como civilización, por medio del terrorismo, las armas atómicas y las guerras.

Kaku dice que estamos en el punto decisivo, pues ya damos muestra de ser una civilización de primer nivel, lo cual se perfila en el uso de Internet (red telefónica planetaria), la ruptura de fronteras (globalización), la coalisión de sistemas económicos (la Unión Europea), la mezcla de razas, la universalidad del idioma inglés, la música electrónica y un factor muy importante: la tolerancia.

Creo que lo que vivimos ahora es parte de un cambio que se ha ido gestando a lo largo de la historia humana, debido a los errores y tropezones de soberanos y políticos, debido a las guerras, las masacres, las traiciones, los actos de viceralidad. Aunque el planeta con sus desastres naturales también ha tomado decisiones, que en el futuro podrán ser controladas por el humano gracias a que en los últimos siglos hemos aprendido a sobrellevarlas.

En cuanto a nuestra civilización, con el tiempo hemos tenido que ir rompiendo preceptos impuestos por la sociedad moral y la religión, que quizá funcionaron en su época, pero que hoy están caducos. Así, dejamos de creer en mitos y supersticiones, abolimos la esclavitud humana, superamos el machismo, luchamos contra la explotación y la discriminación, todas esas cosas por las que millones de hombres y mujeres se han sacrificado en guerras que han durado siglos y, ¿para qué? Pues para llegar a donde estamos hoy y encaminarnos a algo aún mejor: donde estaremos mañana tras ganar la última lucha, que es la que actualmente enfrentamos contra el capitalismo, el despilfarro de recursos naturales y el terrorismo.

Hoy tenemos total libertad de decidir si queremos seguir los lineamientos religiosos, las imposiciones políticas, mercadotécnicas y morales, o si decidimos usar nuestro criterio para actúar de manera responsable, de manera libre, sin afectar negativamente a los demás o al planeta o a nosotros mismos, sino por el contrario, construyendo, uniendo, hilando, hasta lograr que las diferencias raciales, religiosas, económicas, sociales y de género desaparezcan, para lograr ver la luz de una sociedad utópica parecida a la de Atlantis.

Yo, que soy optimista, cada vez conozco más gente conciente de esto, cuando hace todavía diez años, no era común que un muchacho de secundaria lo percibiera así, ahora hay cada vez más niños, jóvenes y adultos concientes del cambio, concientes de la responsabilidad que cada uno tenemos como individuales y concientes del amor que nos llevará a ser una sociedad global. 



 
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