Hasta luego, Chihuahua!

Adiós promesas incumplidas, planes fantásticos y realizados, estrés, brindis amargos, maquillaje, te, palomitas, películas, libros, clases, gatos, trabajo, escuela, centro, cumpleaños, toquínes, exposiciones, conciertos, cine, caguama, rockola, converse, palabras como cosquillas, fiesta, baile, viajes, Tracker, café y cigarro en la sala, en el patio, en la ventana, en las escaleras, en la banqueta. Cerveza en la banqueta y en el camión. Y en el camión el folklore, la risa, el llanto, la música, la convulsión. Y la convulsión berrinche que involucra enemigos y amigos, y amigos enemigos, hipócritas e ingenuos. Más ingenuos que hipócritas, porque no hay en realidad malicia en esas risas como diabólicas, contagiosas, medio sarcásticas, y “cochar” y el “chancro” y “chí” y la ch de Chihuahua.

Experiencias inesperadas y esperadas amistades: lo que siempre esperé… lo que siempre me esperaría. El pasado va y viene en la eternidad del recuerdo, confunde por ser abstracto, duele como dentelladas de la rabia del destino: lo que no disfruté… lo que nunca disfrutaría. Se va alejando y se hace pequeño como avión en el cielo hasta perderse en la distancia, en la inmensidad del universo paralelo, el que los mira a todos ustedes y me mira arriba, arriba y lejos, lejos y se vuelve para decir: ya, chingada madre, en un ratito regresas.

Pero no sé si me miente porque no le gusta verme triste, y dice que soy chiple pero la neta es que soy realista y entonces dos lágrimas o tres, y vámonos, ya estoy del otro lado, más para allá que pa’ acá, más sola que acompañada y vice versa.