"—Otra vez el infierno —dijo en seguida en voz muy queda y misteriosa. Estaba solo en el puente y hablaba con el mar. La tierra había desaparecido. La tierra—. Dime cualquier cosa, lo que se te antoje— volvió a pedir, la vista clavada en las olas, en esos torsos, en esos pedazos de cíclope que inútilmente querían recobrar otra vez su forma completa, enlazados, desesperados. Debía sufrir; el mar también debía sufrir, grande y esclavo, sin reposo, insomne desde el principio de los siglos. Debía sufrir de eternidad—. Acuérdate. Ella salió de noche. Acuérdate, mar. Dime algo. En esa ocasión quiso dormir en tierra. Dormimos. Después salió. Dime, mar."
Dormir en tierra de José Revueltas. De mis cuentos más queridos from all times.
Leerlo en Ciudad Madero, en mi puerto, es una experiencia sublime. Me hace imaginar el Río Pánuco que divide a Tamaulipas de Veracruz, el canal de río que conecta con el mar, los remolcadores navegando, impermanentes. Luego mi imaginación se mezcla con El Triángulo, en el centro de Tampico, frente al puerto marítimo. El Triángulo es la zona donde las prostitutas, pobres, acaloradas, se encallan a esperar a los caminantes del centro y a los marineros que llegan a puerto. Por último, al leer la parte en la que el personaje habla con el mar, escucho mi propia voz dirigiéndose a las olas. Los pies clavados en la arena, la espuma tocándome las pantorrillas, alcanzándome los muslos y yo, eterna devota del océano Atlántico, pensando en cómo sería inmergirme en él para nunca volver a tocar tierra.