jueves, 8 de enero de 2015

Under the Skin, ser ajena en el propio cuerpo.

Under the Skin (Bajo la Piel), dirigida por Jonathan Glazer, comienza como muchas otras películas de ciencia ficción, en medio de una acción que da continuidad a hechos desconocidos para el espectador; es decir, no se sabe qué fue lo que pasó antes, sólo se observa a un hombre bajar de una motocicleta para ir a recoger el cuerpo inerte de Scarlett Johanson. Lo lleva a una casa que por fuera parece común, pero por dentro resulta ser una especie de plantel espacial donde otra Johanson, desnuda, se va vistiendo con la ropa de la Johanson muerta. A partir de esta exploración del elemento del "doble", el director comienza a jugar con los ingredientes clásicos del género fantástico, trastocándolos, como veremos, de manera especial.
     Johanson interpreta a una mujer vestida con ropa más o menos vulgar, que maneja una camioneta de carga. Se dedica a recoger peatones del sexo masculino, con quienes entabla conversación fingiendo estar perdida y preguntándoles dónde queda tal o cual lugar. Una vez ganada su confianza, los seduce y los lleva a la casa que al espectador ya le es familiar, para arrastrarlos a un mar desconocido dentro de los límites de la misma habitación en donde éstos se desnudan para intentar poseerla. La forma en la que sucede tiene un aire extraterrestre, o quizá hiperterrestre, si lo vemos como una experiencia onírica, pues incluso una de las víctimas pregunta "¿estoy soñando?", a lo que ella contesta, en plural, "sí, estamos soñando". Se trata de un espacio límite entre dos mundos, el de lo humano y el de lo extraterrestre, por eso tanto ella como ellos, como el espectador mismo, tienen la sensación de estar en un sueño.
     Al principio las cuestiones de género se exploran de forma tradicional: la mujer como una figura inocente en apariencia y a la vez seductora, que resulta ser una vampiresa o femme fatále encargada de llevar a los hombres a su perdición. El hombre, por otro lado, aparece victimizado y castigado por sus deseos sexuales y hasta por su idiotez. Pero esto comienza a cambiar a medida que la trama de Under the Skin avanza: todos los hombres, incluso los que no se dejan seducir, son sujetos para el sacrificio, sin apelar a sentimientos humanos como la piedad, que en la protagonista no se muestran, pues como sospechamos, ella no pertenece al género humano. Esto se hace evidente en una escena invernal en la playa, donde un nadador ignora la seducción de la muchacha y prefiere ir a auxiliar a una familia que se ahoga: la madre se ha lanzado a la playa para salvar a su pequeño, y el padre lo ha hecho para salvar a su esposa. La misericordia es  castigada por un ente superior (llámese Dios, destino, o lo que sea) y todos terminan muertos: la familia desaparece en las entrañas del mar, y el nadador es asesinado por la chica. Queda solamente el otro bebé de la familia, abandonado a su soledad. El director le dedica unos segundos: oscurece, hace frío, el bebé llora, lo más seguro es que vaya a morir si nadie lo socorre. Esta escena suscita la compasión del espectador, pero no la de los personajes de Johanson o del motorista (otro extraterrestre), que sólo se preocupan por llevarse el cuerpo muerto del nadador, dejando al bebé ahí, a merced del mal clima.
     En la segunda mitad de la película se suaviza la sensación de extrañeza: vemos cómo el personaje que encarna Johanson parece experimentar sensaciones humanas. El cambio es paulatino para el espectador, quien observa a un misterioso hombre subir a la camioneta, éste devela una terrible deformidad, quizá una elefantitis: se quita poco a poco el gorro, luego lo iluminan a contraluz los faroles callejeros, por último se revela como todo un freak al estilo de las películas de Jodorowsky. Mientras yo como espectadora sentí un impacto que me sacó una expresión de "¡ay, güey!", en el rostro de la muchacha no se percibe ninguna sensación de extrañeza. Unas escenas después, ya que ha llevado a cabo su ritual de sacrificio, la joven se alcanza a mirar en un espejo. Se detiene ahí por unos segundos, se toca la cara. En esta simple escena asistimos al reconocimiento de su cuerpo como un cuerpo humano (el tema del cuerpo es quizá lo que más impera en todo el filme). Luego, atestiguamos su decisión por dejar libre al freak y huir de su destino de vampiresa: ha experimentado por primera vez algo similar a la compasión.
     Más adelante seguirá lidiando con sentimientos humanos: el enamoramiento o algo parecido, el deseo sexual, incluso el miedo, hacia el final del largometraje. Sin embargo, se sospecha que para ella son sensaciones artificiales, como nos lo hace ver el director cuando la pone sentada en un restaurante probando un pastel de chocolate (¡mmmh!) que al ingerir termina escupiendo (¿asco, otra sensación humana?).
     El personaje, creo yo, es un reflejo de nuestra sociedad, nos envía al menos dos mensajes que pude detectar: el primero tiene que ver con la adaptación, la persona que se adapta a vivir en un mundo distinto al de su propia naturaleza (¿no están nuestras sociedades urbanas cada vez más alejadas de la naturaleza y más cerca de los avances de la tecnología que resultan ser fríos y, según la visión de esta película, devastadores -devoradores- para el ser humano?) y el segundo, podría emparentarse con el simulacro del que habló Jean Baudrillard, quien explica que nuestras sociedades viven una mentira vendida como realidad, y que esta realidad perdió todo referente, por lo que somos el reflejo del reflejo de un reflejo, sin saber ya dónde quedó el elemento reflejado. En la película, esta figura extraterrestre negra, en negativo, que toma la forma humana de una mujer atractiva, puede estar representando el vacío que mueve nuestras motivaciones como humanidad. Otra interpretación podría ser la de la sexualidad impuesta (se nos dice que debemos ser hombres o mujeres, vestir de tal forma de a cuerdo a nuestro sexo, etcétera) y la manera en que algunas personas en esta época postmoderna se sienten ajenas en su propio cuerpo. Incluso puede ir más allá de lo sexual: tiene que ver con el canon estético impuesto de cómo debe lucir "un cuerpo bello", y cómo la mayoría de los seres humanos no encajamos en ese canon.
     La película es más conceptual que narrativa, pues se centra en elementos auditivos y visuales para generar sensaciones: ejemplo de ello es la música vibrante con sonidos de sirena intermitentes cuando la tensión narrativa se eleva, o los colores en tonos fríos (gris, café, blanco) para representar la ausencia de sentimientos por parte de la protagonista, y tibios cuando ésta encuentra la calidez humana (la luz del calentador en casa del hombre que le ofrece su hospitalidad y hasta su cariño).
     Algunas acciones son difíciles de describir e incluso de entender, y al estar el largometraje plagado de escenas cotidianas de la gente común de Escocia a manera de documental (gente caminando en las calles, sentada en bancas, manejando automóviles), se explica el aislamiento humano que genera nuestro propio ego como una distracción que no nos permite discernir cuándo estamos en peligro, tal y como le pasa a las víctimas de esta guapísima mujer.
     Finalmente, la terrible sensación que nos provoca el ver a esos "monstruos" extraterrestres alimentándose de seres humanos, se revierte para mostrarnos que el peor de los monstruos es el humano mismo, pues así como Johanson se gana la confianza de sus víctimas, al final de la película, el "monstruo humano" (un guardabosques común y corriente) es quien se aprovecha de esta confianza para incurrir en la violencia y a la destrucción, sin ningún otro fin que el de su propia satisfacción barbárica. Es decir, que el ser humano no sólo recurre a la destrucción de lo extranjero, eso que le parece "lo otro" o "lo extraño", sino a la destrucción del prójimo, y a la vez de sí mismo.

 
design by suckmylolly.com