miércoles, 20 de agosto de 2014

Viernes otra vez (cuento corto)

A la salida de una fiesta donde habíamos bebido tequila directamente del orificio de la botella, Rachel comunicó que estaba lista para irse, quizá con la ilusión de llegar pronto a su alcoba a coger con Joseph. Éste había desaparecido la última mitad de la velada, lo habíamos hallado, inconsciente, tirado en el porche de la casa anfitriona, entre botellas vacías y vasos desechables. Dos muchachos nos ayudaron a cargarlo de pies y brazos para depositarlo en el asiento del auto de mi amiga.
Tomamos camino. El aracle y la lluvia nocturna provocaron que mi amiga desviara el auto a la banqueta y se trepara a la acera. Nos bajamos y notamos que la llanta estaba ponchada. Sin nadie a quién llamarle a plenas cuatro de la madrugada, nos quedamos fumando cigarros y platicando hasta que una patrulla se estacionó junto a nosotros. El oficial, moreno y atlético, nos alumbró con su linterna para luego interrogar a mi amiga rudamente. Dándonos por delincuentes, preguntó reiteradas veces a qué le habíamos pegado... ¿qué estaría pensando? ¿que atropellamos un borracho o una vaca? ¿qué destruimos propiedad pública llevándonos un letrero de alto o un poste de luz? Cuando se dio cuenta de que Rachel estaba en tal estado alcohólico que no lograba hilvanar palabras coherentes, vino a probar suerte conmigo. Me identifiqué como reportera del periódico El Mañana, que al día siguiente debía cubrir la inauguración de la nueva biblioteca pública, que no quería problemas, sólo deseaba llegar a casa y dormir.
"Te ves inteligente", observó, "pero no lo eres. Alguien que piensa no terminaría en una situación así". Yo asentí con la cabeza. "Sólo por ti voy a hacer como si esto nunca hubiera pasado". Yo asentí con la cabeza. "Aunque quiero que sepas que esta noche tu amiga y tú pudieron haber ido a la cárcel". Seguí asintiendo con la cabeza. En realidad ir a la cárcel no era lo peor que nos pudo haber sucedido. El policía, alto, moreno y flemático, volvió a mirar a Rachel antes de emitir un suspiro, apagó la linterna y abordó su patrulla para luego desaparecer en la lluvia, entre el reflejo de las luces rojas y azules que iluminaba desde el suelo mojado.
Dormimos sentadas en el automóvil. Me despertó el sol de las ocho a.m. y moví a Rachel para que llamara a su papá. Éste arribó en piyama y con la herramienta necesaria. De mala gana comenzó a cambiar la llanta, no emitió palabra, mi amiga tampoco, pues la resaca le impedía esforzarse demasiado. Yo me ofrecí a ayudar pero el señor frunció el ceño y me indicó con una seña que me subiera al auto. Abordé el asiento trasero. Cuando estuvo finalizada la reparación y tomamos la avenida rumbo a casa de Rachel, comenzó el concierto de gritos y reproches entre padre e hija. Yo los bloqueé de mi radar auditivo y puse mi atención en las personas que corrían por el parque, tan saludables con sus tenis y sus camisas de licra, tan tempraneros, tan lúcidos. Desee ser una de ellos, no más fiestas, no más aventuras nocturnas, no más alcohol, no más chicos, no más tonterías. En esas determinaciones estaba cuando me distrajo un movimiento a mi lado, una presencia que Rachel y yo habíamos olvidado y que el padre ni siquiera había notado: Joseph estaba despierto y no le importaba un carajo qué hora era o dónde estábamos. Me hizo una señal de guardar silencio y su mano se internó poco a poco por debajo de mi falda.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Guía para entender la guía de Slavoj Zizek: cine, perversión, ideología y otras reflexiones.

Mientras veía junto a Eliher el documental The Pervert's Guide to Ideology con actuaciones de nuestro filósofo favorito Slavoj Žižek -para mi suerte y la de quienes tengan Netflix, el docu se encuentra trepado a esa plataforma-, le puse pausa para comentarle a mi compañero, con el fin de que entienda lo que hacemos los académicos de la literatura cuando sí nos ponemos a trabajar: 

"Hacemos practicamente lo mismo que Žižek en este documental, él parte del psicoanálisis para interpretar películas, nosotros exploramos obras de la literatura desde diversos puntos hermenéuticos, o sea, interpretativos, ¿me entiendes?".

"No".

"Por ejemplo, para Žižek la película Taxi Driver representa a la clase oprimida sadomasoquista que es victimizada por el capitalismo, pero que en cierta forma disfruta de ser victimizada. La violencia al final de Taxi Driver aparece como una reacción del individuo ante la impenetrabilidad de la sociedad capitalista (y ahora agrego: esta reacción es la consecuencia brutal de reconocerse como El Otro, el extranjero, el ser incapaz de acceder a las exigencias del capital global). Estas mismas interpretaciones las hacemos los literatos, pero en lugar de películas, tomamos novelas o poemas o cuentos". 

Terminamos el documental, gracias a lo cual intentaré dar mi interpretación de la interpretación de Žižek, con el fin de servirles a ustedes de guía para "la guía del pervertido hacia la ideología" (traducción literal del título de la película).

Nos habla Žižek de Jaws, aquella película de los noventa con un tiburón asesino. Aquí puede decirse que el tiburón es una metáfora del capitalismo, pero es más bien una mezcla de varias cosas, la alegoría del monstruo devorador es usada para concentrar en él todos los miedos de la sociedad conservadora capitalista, misma que se resiste a la inmigración, a la mezcla de razas, a la diversidad reliogiosa, etc. Con esto recuerdo una hipótesis que alguna vez leí, que decía, según datos numéricos comprobados, que durante los gobierno demócratas en Estados Unidos se producían más películas y series de televisión sobre zombies, mientras que cuando gobernaban gobiernos republicanos, el auge era de películas y series de vampiros, ¿por qué? Porque lo que pasan en la televisión (con todo y sus comerciales) responde a la ideología del sistema político en turno, y desde el punto de vista demócrata se representan a los republicanos como zombies atontados que siguen las reglas sin tener un pensamiento propio, mientras los gobiernos republicanos, por su parte, ven a los demócratas como chupasangres libertinos que metafóricamente gustan de las orgías, los festines y se alimentan de la inocencia ajena.

Volviendo al documental, nos habla también de Full Metal Jacket recalcando que los humanos experimentamos cierta simpatía por la obsenidad, dicha simpatía es innata a nosotros por el simple hecho de ser entes sociales, de vivir en grupo. Por ejemplo, ciertos rituales de iniciación que implican humillaciones, el bullying, o la misma humillación del crimen organizado al ridiculizar a sus víctimas con formas de tortura indignas. Esto sucede a nivel global porque es, para el humano, una forma de sentirse aceptado dentro de la sociedad que perpetúa este ciclo una vez que la víctima se convierte en victimario. Al final, si no logramos establecer una distancia entre lo que la sociedad quiere de nosotros y lo que realmente podemos dar, terminaremos destruyendo a los demás (violencia) o auto-destruyéndonos (suicidio) como en el caso del soldado que se da un tiro en la boca en la película de la que hablamos.

Justo después pasa a desmenuzar The Dark Knight, segunda entrega de la trilogía cinematográfica Batman. Debo de confesar que tras oír al filósofo eslavo hablar de las implicaciones políticas tan obvias en la película, sobre la manera en que las sociedades funcionan gracias a la construcción de mitos y mentiras, a mí me quedó entre líneas la idea del suicidio de Heath Ledger, quien encarna a El Huasón en la película. Siguiendo los postulados de Žižek hasta entonces, podría yo agregar que el actor llevó a las últimas consecuencias su sentimiento de opresión e impotencia ante una sociedad impenetrable, mezquina, opresora y controladora, y que, digámoslo metafóricamente, al quitarse los "lentes de sol" de la película They Live, sólo le quedaban dos opciones: rendirse a esta sociedad opresora y formar parte de ella, o elegir a la muerte.

Y justo ahora que menciono They Live -primera película de la que nos habla Žižek, la cual yo no había visto hasta ayer-, diré que más allá de la ciencia ficción ranflona que se maldesarrolla a lo largo de la trama, la primera mitad de la película apunta a ser una una denuncia social muy clara, al contar la historia de un hombre de clase obrera que encuentra una caja de lentes de sol, los cuales, al ponérselos, muestran la cara verdadera de la realidad: todos los colores y figuras atractivas en los letreros publicitarios quedan a blanco y negro, con tipografías simples, dando el mensaje real detrás de los anuncios. Obedece. Manténte dormido. Cásate y reprodúcete. Consume. No pienses por ti mismo. Compra más. No cuestiones la autoridad. Sométete. 


La película mantiene sus referencias a la sociedad de consumo, comparando el glamour y la comodidad desplegados en los anuncios de televisión, con la vida verdadera de personas que usan la ropa por necesidad y se dedican a la supervivencia con trabajos forzados. La clase alta o, más específicamente, el capitalismo, es visto como este invasor alienígena que viene a seducir a los humanos para apoderarse del planeta. Al igual que en la película Titanic, la clase alta se vale de la baja para vivir, haciéndole creer que es necesaria, pero a la vez buscando alejarla y segregarla, precisamente para evitar que piense por sí misma (en Titanic, la muerte de Jack y la supervivencia de Rose ejemplifican esta relación de uso-deshecho que ejerce la clase alta sobre la baja).

Hacia el final del documental, Žižek analiza la religión a través de la película The Sound of Music (1965) y termina por concluir que son más ateos los católicos que los que se dicen ateos, pues el catolicismo promueve el placer y el seguir el camino de los deseos, tal como el capitalismo hace, con el fin de seguir perpetuando su supervivencia a costas de la libertad de los más pobres (ya sea pobres de mente, pobres de espíritu o pobres económicamente).

Como sincronicidad con todas las reflexiones que el documental desató en mí, hoy me encontré con esta frase de Max Aub que llora: “No se puede creer en Dios sin haber dudado de él. Sin desesperar. Quien tiene plena seguridad de la existencia de Dios, no cree en Dios”. Según las conclusiones de una plática que tuve ayer con una amiga, tergiversaré la frase para decir que "no se puede creer en el amor sin haber dudado de él. Quien tiene plena seguridad de la existencia del amor, no cree en el amor". E igual podría utilizarse cambiando la palabra Dios y amor por cualquiera otra que nos hable de cualquier construcción social impuesta por el Gran Otro sobre nuestras tiernas mentes humanas pues, finalmente, sólo al cuestionarlas podemos apelar a un verdadero cambio, una verdadera revolución. 

 
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