El Sur es un cuento de Jorge Luis Borges que relata la historia de Juan Dahlmann, secretario de una biblioteca y nieto de un antiguo soldado de infantería. El título refiere al desplazamiento espacial que realiza el protagonista hacia el sur geográfico de la Argentina, el cual según se narra “empieza del otro lado de Rivadavia”, aunque a la vez se genera un desplazamiento temporal: “Dahlmann solía repetir que (…) quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme”.
Mientras que al principio del cuento todo sucede de forma realista, una vez que el bibliotecario sale del hospital, se comienzan a notar señales (o “errores”, como los llama Borges en su cuento Las Ruinas Circulares) las cuales sugieren que dentro de los hechos del cuento se abre una grieta en la realidad, por donde se cuela una realidad alterna: la imaginada por el personaje. Estos señalamientos, de los que se hablará más abajo, aumentan a medida que el personaje avanza hacia el sur, siendo el tren el encargado de transportar a Dahlmann a un pasado imaginario.
De los dos planos, el espacial y el temporal (dice Borges: “En el taxi (…) Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y no sólo al Sur”), se desprenden temas como la muerte, los antepasados y el honor, presentes en la obra cuando se describe cómo Dahlmann experimenta nostalgia al comparar su identidad con la del abuelo, un ser al que él considera heroico. A raíz de este deseo de ser el otro, queda anulada la muerte que en realidad debió haber tenido: aquella en la cama de un hospital a razón de una contusión en la cabeza. En su lugar se produce una muerte similar a la del ancestro heroico. El protagonista, pues, se crea una serie de circunstancias que lo llevarán a morir en un duelo: “Si él (…) hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado”, dice casi al final.
La convergencia espacio-temporal, hace además posible que Borges explore en este cuento el tema del doble. En este caso, el doble se ve representado por la figura del abuelo, cuya historia se reproduce en la muerte de Dahlmann, y esto porque, desde el hospital se dice que “Dahlmann se odió, odió su identidad". A partir de este repudio por sí mismo y la admiración por el abuelo, se pone en marcha otra realidad, donde la personalidad de él se entremezcla con la del otro: “y es como si a un tiempo fuera dos hombres: el del sanatorio y el que va rumbo a la estancia”. También se dubplican algunos elementos con leves variantes, como la espada del abuelo, que en la muerte de Dahlmann será una daga, o el agresor de Dahlmann (un gaucho), duplicación de los indios que dieron muerte a su abuelo.
El tema de la casualidad se observa en hechos como el mismo golpe en la cabeza, o bien, el hallazgo del tomo de Las Mil y Una Noches y la lectura del Martín Fierro (que son a su vez metatextos al servicio del cuento para darle una estructura de capas, un mundo dentro de otro, comprendido en la dialéctica de El Sur gracias al hecho de que Dahlmann era un amante de los libros). La causalidad, por su parte, se ve intervenida por lo maravilloso una vez que el personaje muere de la forma que él hubiera querido, entrando en juego su voluntad para desafiar al azar. Así, modifica la relación causa-efecto al no morir del golpe en la cabeza.
La alucinación es otro rasgo propio de lo fantástico, que sirven para ilustrar la forma en que varias dimensiones se superponen, contaminación de la realidad por el sueño que en El Sur se muestra, como se explicó al principio de este trabajo, mediante señales intermitentes entre dos mundos: una de ellas es cuando Dahlmann nota que el patrón del almacén se parece a uno de los empleados del sanatorio. Otras, textualmente son, cuando se dice que: “creyó reconocer árboles y sembrados que no hubiera podido nombrar”, o “el coche era distinto, no era el que fue en Constitución” o cuando ve casas de ladrillo, pasar los trenes, jinetes en los terrenos, zanjas, lagunas, haciendas, nubes que parecían de mármol y dice que “todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura”. Además, tal como sucede en los sueños, a Dahlmann “el mecanismo de los hechos no le importaba”, es decir, el mismo protagonista no buscaba una explicación lógica.
El sueño, al ser un elemento de la psique del protagonista, se nutre de hechos que él ha vivido, hechos que terminan mezclándose con una realidad alterna, pero en el cuento, además, hay una convergencia entre pasado y futuro, por ello vemos signos anacrónicos como el gato que acaricia y que vive en la eternidad, o el hombre viejo que “estaba como fuera del tiempo”; el propio Borges explica “es un gaucho de esos que ya no quedan más en el Sur”.
La sensación de estar en un mundo alterno no solamente se manifiesta dentro de la dialéctica del texto, sino que el fondo se corresponde con la forma, al usar Borges figuras retóricas como metáforas y comparaciones (“las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios” o el gato “como una divinidad desdeñosa”), personificaciones y prosopopeyas (“la ciudad se desgarraba en suburbios”), sinestesias (“el áspero sabor”).
Hay otros elementos linguisticos interesantes, como palabras que dejan entrever inseguridad, proveyendo al texto de extrañeza y de sensaciones encontradas: “creyó reconocer al empleado del sanatorio”, “los de la mesa parecían ajenos a él”, “sintió que morir en una pelea...”; así como algunas frases que repiten las palabras “sueño”, “anacrónico”, “eternidad”, “viejo” (la espada, el gaucho, el daguerrotipo), “sur”, “muerte”, “humillación”, leiv motivs que van dibujando este relato que examina la atemporalidad, la espacialidad y la consciencia (o inconsciencia) de un personaje que no sabe que sueña una realidad ajena para evadir la vulgaridad de la suya propia.
El cuento es sin
duda fantástico, aunque resultaría difícil clasificarlo dentro de
categorizaciones estructuralistas como la de Tzvetzan Todorov. Para
Todorov lo “maravilloso” se rige por leyes ajenas a las del mundo que
conocemos como realidad, por lo que El Sur cabría en esta
clasificación por el hecho de que Dahlmann sigue teniendo consciencia
aún después de muerto. Pero también podría ser “fantástico puro” al no
dar una explicación concreta de lo que sucede y hacer vacilar al lector,
dejando el final abierto a distintas soluciones. Otra interpretación
lógica que sustentaría una tercera categorización bajo lo que Todorov
describe como “extraño”, podría apuntar a que lo sucedido después del
hospital, ocurre como parte de la alucinación propia de los
convalecientes. Por tanto, al poderse insertar en cualquiera de estas
tres categorías, es a su vez incategorizable.
Por medio de este cuento Borges nos hace cuestionarnos sobre la
relatividad de la realidad, sugiriendo que puede haber más de una
versión de ésta, y ninguna tiene por qué ser errónea ni correcta, sino
que, por el contrario, pueden convivir armónicamente.