No soy pro-aborto ni estoy en contra de él, creo que es algo relativo que debe juzgarse en base a las circunstancias por las que está rodeada la persona.
Sin embargo, también creo que los estadounidenses la mayor parte del tiempo lo toman a la ligera, por ello hay tantas leyes que lo defienden, clínicas que lo realizan y mujeres que lo contemplan como una opción más de control natal.
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Otro ejemplo es el hecho de cómo llaman al feto. En el español común la embarazada comienza a decirle mi bebé desde un principio, mientras que las gringas dicen my unborn son, que se traduce como mi hijo no nacido.
He estado leyendo un manuscrito interesantísimo de mi amigo portugués José A. Jarimba, quien pronto lo publicará como libro y está en inglés. Él habla de las malformaciones congénitas que todos tenemos, pues nuestros dos lados del cuerpo son asimétricos, y esto se debe a la postura en que nuestras madres dormían cuando nosotros vivíamos dentro de ellas.
Pero más allá de lo que he aprendido sobre embriología, me llamó la atención esta cuestión lingüística, la cual me hizo pensar en la frialdad norteamericana de las madres para con sus hijos. Incluso la palabra aborto en español tiene muchísima más fuerza, pues en inglés lo usan en la vida cotidiana como sinónimo de 'abandonar', mientras nosotros no empezamos a verlo así hasta la era de las computadoras... o hasta la era del aborto mismo.