miércoles, 18 de abril de 2012

La poesía en tiempos de Internet.

De unos años para acá me he estado preguntando sobre la rentabilidad de la poesía, luego de que en mis días universitarios escuchara por primera vez una discusión pesimista sobre el futuro de ésta (rebatido en aquél momento por David Huerta), donde se decía que la poesía desaparecería, que la misma función para la que nació hace miles de años, la desempeñaban entonces la música, el cine y los medios de comunicación. No sólo eso, sino que más tarde, la constante invención de hobbies impulsados por las redes sociales o los videojuegos, y el poco tiempo del hombre y la mujer modernos para sentarse a leer un poema -entre empleo, familia y vida social-, paulatinamente iban a acabar con el consumo y la utilidad de la poesía.
Bueno, ésto sí que sucedió. Las editoriales hacen tajante el hecho de que no hay mercado para ella: los libros de poemas no se venden y la única poesía que tiene un mercado fiel es la que se escribió hace décadas o siglos. Pero eso sí, aún hay miles de "poetas" que a niveles locales consiguen tener lectores entre sus conocidos y publican libros en auto-ediciones o editoriales independientes, las cuales más bien son "imprentas" porque no logran la función de distribuir exitosamente la obra.
Así que es un hecho: la poesía está en crisis. Tiene muchos años en crisis y si no hacemos algo, seguirá en crisis.
Habríamos de pensar entonces, que más allá de las circunstancias evolutivas de una sociedad adaptada y dependiente al infinito mar de información y entretenimiento que es el Internet, hemos sido los mismos poetas quienes dejamos morir a nuestra industria.
Últimamente leo poetas contemporáneos malos, aburridos, arcáicos y cursis. Últimamente veo "escritores" que no leen, o peor aún, ¡que no escriben! Que han publicado o auto-publicado un mal libro y se conforman con reeditarlo para repartírselo a sus compas en encuentros y congresos que sólo son una excusa para emborracharse o pasear.
Pero dejando de lado las acusasiones, mi propuesta para un cambio comenzaría en refrescar la forma en la que hacemos poesía, es decir, hacerla contemporánea, divertida, placentera de leer y, por supuesto, de calidad, aunque nos cueste toda una vida. En el supuesto de que queramos ser leídos (pues aquí no cabría el cliché de "yo escribo para mí mismo"), hay que dejar de escribir solamente para otros poetas y fijarnos en el lector promedio, escribir inteligentemente sobre temas que masajeen sus mentes y a la vez les dén el mismo nivel de placer que una canción o que ver fotografías en Facebook.
Dijo el poeta Luis García Montero: "La poesía debe buscar su profundidad en la realidad, en el lenguaje de todo y hablando no como elegidos de los dioses, sino como ciudadanos que tienen una mirada preocupada, en ese sentido, cuando la poesía se preocupa por la gente, la gente se convierte en lectora de poesía".
Ésa es la clave. Darle color y vitalidad a nuestra poesía -como los gringos, que reviven el ánimo poético con el slam poetry-, reinventar los clichés, hablar del hombre que da el clima en la televisión, de la contaminación en el Atlántico o del rock, pero tal como en la narrativa, hacer que la poesía se venda a sí misma, pues hoy en día le sucede lo que a las religiones, las cuales muchas veces no van acorde a las necesidades de la sociedad. Son anticuadas, incongruentes y caen en desuso.
La segunda serie de sugerencias, y sólo después de haber lidiado con la primera, sería ganarle la competencia a todas las distracciones anteriormente enlistadas. Por ejemplo, ganarnos un lugar en televisión nacional no estaría mal (en tiempos de Juan Rulfo, el narrador tenía apariciones estelares en Televisa, y el público, hasta el más reacio para la literatura, le adoraba). Unirnos en colectivo los poetas de habla hispana en una organización nacional o internacional bien construida para mejorarnos y promovernos, por ejemplo. Dejar a un lado nuestros egos, nuestros favoritismos, y permitir que sea solamente el talento el que se gane becas, premios o menciones. Echarle ganas y... leer poesía (¿cómo queremos que nos lean si nosotros mismos no somos lectores?).
Sé que soy idealista, pero como dice mi maestra de yoga: entre más das, más recibes. Y si el mero hecho de escribir poesía es un entregarse al mundo, también habría que poner todos nuestros recursos, fuerzas e ideales para que ésta renazca de sus cenizas.

miércoles, 4 de abril de 2012

La amistad.

"La amistad no necesita frecuencia. El amor sí, pero la amistad, sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia. En cambio el amor está lleno de ansiedades, de dudas, donde la falta de frecuencia puede ser terrible. Pero yo tengo amigos a quienes veo tres o cuatro veces al año y somos íntimos".

-Jorge Luis Borges

 
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