Nos acercamos al centro jalados por una fuerza magnética que venció todos nuestros prejuicios sobre la inseguridad en las carreteras. Nos llamaron poetas de alto riesgo, todos norteños, todos tocados. En el centro de Tamulipas nos encontramos, en Ciudad Victoria.
Nos reconocimos, nos sonreímos y comenzó a cantarse la amistad, la poesía no sólo en las mesas de lectura, sino en las conversaciones que tuvimos cada uno con nosotros mismos en la comida, en el lobby del hotel, en el café de entre mesas. Pues ese 15 y 16 de abril al hablar con el poeta prójimo era como hablar con uno mismo, como formar parte de una sola voz.
El humo del cigarro de Arminé Arjona cantó himnos contra la violencia, al son del ritual de Marisol Vera, una danza de palabras que invocó a la lluvia aquella noche de cantina con Víctor y Pili González, con Elí Loya Balcázar brindando a la luz de lo que nos pertenece por el simple hecho de estarlo viviendo.
Y nosotros le pertenecimos a Ciudad Victoria. Cuatro poetas fronterizos de Reynosa, Nuevo Laredo y Ciudad Juárez, sentados en una cantina con dos tampiqueñas, ahí en el vientre de la Sierra Madre, esperando a que bajara la lluvia que en la madrugada traería a Alixia Mexa acarreando sus libros desde Huejuquilla.
Esa noche y la siguiente, brindamos todos porque ya nos conocíamos, nos conocíamos de antes, como dice Cultura Profética: "tal vez de un tiempo en que nuestra memoria no alcanza". Y al primer sol del sábado, Celeste Alba Iris beatificó esos días de poesía, ordenando el cáos, caotizando el desorden: "anden ya, se hace tarde, debemos expandir la palabra, llevarla a parques y plazas, darle su momento histórico".
Lorena Illoldi, luchadora y poeta, peleó cual "poetucha libre" en el rin de palabras que era aquella mesa, la Coyota Noemí y los Coyotes Lalo Villegas, Félix Cardoso, aullaron versos nocturnos mientras el pintor Rosales Lugo trazó palabras en el lienzo de los oídos y José Antonio Alanis creó poesía visual ayudado de un tercer ojo que fue el lente de su cámara.
"You should not mistreat me baby, 'cause I'm wild and young", dijo Bob Dylan hace algunos años. Y en este encuentro también hubo de eso. Salvaje: Alejandro Betancourt. Joven: Alvaro Olvera. Féminas, femeninas, finísimas: Laura Fernández, Lizzette Álvarez y Nora Iliana Esparza. Novícimos los estudiantes de la UAT e incluso los de UTPA desde McAllen, hologramas en una pantalla que olía a exilio, a destierro, a versos chicanos.
El hotel fue nuestro templo de ritos varios que incluyeron cervezas y una piyamada. Doce escritores en el 405, riendo, cantando, poetizando, cotorreando, tomando chela, tomando manos, prometiendo -como hacen los amantes- que no nos vamos a olvidar, que nos seguiremos frecuentando.
Y esta es mi manera de decirles que no los he olvidado, que pronto los volveré a ver.
Nos reconocimos, nos sonreímos y comenzó a cantarse la amistad, la poesía no sólo en las mesas de lectura, sino en las conversaciones que tuvimos cada uno con nosotros mismos en la comida, en el lobby del hotel, en el café de entre mesas. Pues ese 15 y 16 de abril al hablar con el poeta prójimo era como hablar con uno mismo, como formar parte de una sola voz.
El humo del cigarro de Arminé Arjona cantó himnos contra la violencia, al son del ritual de Marisol Vera, una danza de palabras que invocó a la lluvia aquella noche de cantina con Víctor y Pili González, con Elí Loya Balcázar brindando a la luz de lo que nos pertenece por el simple hecho de estarlo viviendo.
Y nosotros le pertenecimos a Ciudad Victoria. Cuatro poetas fronterizos de Reynosa, Nuevo Laredo y Ciudad Juárez, sentados en una cantina con dos tampiqueñas, ahí en el vientre de la Sierra Madre, esperando a que bajara la lluvia que en la madrugada traería a Alixia Mexa acarreando sus libros desde Huejuquilla.
Esa noche y la siguiente, brindamos todos porque ya nos conocíamos, nos conocíamos de antes, como dice Cultura Profética: "tal vez de un tiempo en que nuestra memoria no alcanza". Y al primer sol del sábado, Celeste Alba Iris beatificó esos días de poesía, ordenando el cáos, caotizando el desorden: "anden ya, se hace tarde, debemos expandir la palabra, llevarla a parques y plazas, darle su momento histórico".
Lorena Illoldi, luchadora y poeta, peleó cual "poetucha libre" en el rin de palabras que era aquella mesa, la Coyota Noemí y los Coyotes Lalo Villegas, Félix Cardoso, aullaron versos nocturnos mientras el pintor Rosales Lugo trazó palabras en el lienzo de los oídos y José Antonio Alanis creó poesía visual ayudado de un tercer ojo que fue el lente de su cámara.
"You should not mistreat me baby, 'cause I'm wild and young", dijo Bob Dylan hace algunos años. Y en este encuentro también hubo de eso. Salvaje: Alejandro Betancourt. Joven: Alvaro Olvera. Féminas, femeninas, finísimas: Laura Fernández, Lizzette Álvarez y Nora Iliana Esparza. Novícimos los estudiantes de la UAT e incluso los de UTPA desde McAllen, hologramas en una pantalla que olía a exilio, a destierro, a versos chicanos.
El hotel fue nuestro templo de ritos varios que incluyeron cervezas y una piyamada. Doce escritores en el 405, riendo, cantando, poetizando, cotorreando, tomando chela, tomando manos, prometiendo -como hacen los amantes- que no nos vamos a olvidar, que nos seguiremos frecuentando.
Y esta es mi manera de decirles que no los he olvidado, que pronto los volveré a ver.
Celeste Alba Iris reunió 24 poetas en Cd. Victoria.Alejandro Rosales Lugo (Cd. Victoria) y Marisol Vera (Tampico)
Arminé Arjona (Cd. Juárez), Laura Fernández (Monterrey) y Elí Balcázar (Chihuahua)
Celeste Alba Iris, Eduardo Villegas.
Atención.
Amigas de poesía y de acento.
La primera cena.
Lizeth Álvarez.
Arminé Arjona (Cd. Juárez), Laura Fernández (Monterrey) y Elí Balcázar (Chihuahua)
Celeste Alba Iris, Eduardo Villegas.
Atención.
Amigas de poesía y de acento.
La primera cena.
Lizeth Álvarez.
Noche de cantina.
Los juarences.
Los juarences.
Palabras.
Dragón de Fuego.
Serenata.
El pintor y las poetas, el poeta y las musas.
Salidas del baúl de los recuerdos.
Cupido en las nubes.
Séquito de poetas.
Mural de Alejandro Rosales Lugo.
La lectora.
Alejandro Betancourt (Victoria), Pili González (Laredo) y Lorena Illoldi (Victoria).
Serenata.
El pintor y las poetas, el poeta y las musas.
Salidas del baúl de los recuerdos.
Cupido en las nubes.
Séquito de poetas.
Mural de Alejandro Rosales Lugo.
La lectora.
Alejandro Betancourt (Victoria), Pili González (Laredo) y Lorena Illoldi (Victoria).
Víctor González (Reynosa) y Joaquín Peña Arana (Matamoros).