En teoría, estos
proto-hipsters rehuían de las convenciones sociales que los medios de comunicación proyectaban, ya que en ellas se promovía la frivolidad y el consumismo. A raíz de eso, fue en los años de 1990 cuando, a manera de protesta social, se observaron los primeros intentos de refugiarse en un look andrógino que abarcaba desde las cualidades físicas (cabello oscuro en contra del canon de la rubia sexy, cuerpos delgados -o llenitos- en contra del típico hombre musculoso y la mujer voluptuosa), hasta la forma de vestir (ellas con un look grunge, masculino; ellos con los pantalones entallados, etc.). Sin embargo, el estilo se degeneró hacia las características opuestas de lo que comenzó siendo, estableciéndose en la primera década del 2000 como una cultura de consumo que sólo se basa en las modas. Y es lo que se les critica hoy en día, cuando la sociedad ha acuñado el término
hipster para denominar despectivamente al malentendido de esa subcultura
indie y activista de los noventas.
El
hipster del nuevo siglo se convirtió entonces en un ser pretencioso, frívolo, discriminante y consumista, justo todo lo que se supone que no debía ser.
Otra descripción del
hipster la hallamos a manera de broma en el
Diccionario de Slang Americano: "probablemente tatuados, tal vez gays, definitivamente más cool que tú. Estudian Artes, Letras o Estudios Queer. Se creen liberales, creen que no hay nadie más open-mind que ellos, que nadie escucha la música que ellos escuchan y que su ropa usada en el '89 es única. Creen que están salvando vacas por no comérselas y que Walt Mart va a llorar porque no compran ahí.
Siempre negarán ser un hipster. Su lugar favorito son los cafés y los clubes donde no existe la música pop. Probablemente viven del dinero de sus padres burgueses y lo gastan para verse como si fueran pobres. Tienen closets llenos de ropa, pero siempre se ponen la misma remera una y otra vez, con los mismos Converse, pantalones ajustados, bufanda y lentes sin aumento. Son adictos al té chai, los cigarros, el café y quizá hasta a las drogas de diseño".
Antes este tipo de gente no tenía denominación, ya que la palabra
"hipster" resurgió en nuestra era para denominar a los falsos "indies". Aunque el término como tal, nació durante los 60s, cuando la sociedad asimiló a un grupo de artistas y escritores blancos que desde los años 50s comenzaron a relacionarse con la población negra, escuchaban música blues y jazz, hacían lecturas públicas de poesía transgresora y vagaban por el mundo a la manera de lo que, años después, serían los
hippies. Estos jóvenes fueron parte de la llamada "Generación Beat" (a la que pertenecía el poeta Allen Gingsberg, quien en uno de sus poemas menciona la palabra
"hipster") y fueron los primeros
alternativos o
contraculturales de la historia. Pero una sociedad moralista como la de aquél entonces, no estaba preparada para aceptar ese estilo de vida liberal y visionario, y los medios de comunicación contribuyeron a satanizarlos bajo el nombre de "beatniks" o "
hipsters".
Los
proto-hipsters modernos, surgieron en los 90 como entusiastas de todo lo "indie": música independiente, arte independiente, una cultura independiente a la cultura dominante. Éstos primeros
modernos (como los llaman en España), se dedicaban a sustraer looks de las décadas pasadas, en parte haciendo un homenaje a los
poetas beat, que conseguían en tiendas de usado como Goodwill o Salvation Army: boinas, sombreros, tirantes, faldas a la cintura, calcetas, cabello engomado, revelando cierta melancolía por aquellas formas de vida de los años 30, 40 y 50. Por otro lado, se agregaron y mezclaron looks rebeldes de la contracultura de los 60, 70, 80 y 90, tales como el
rockabilly, el
mod, lo
hippie, el
punk, y el
grunge, apegándose en parte a las ideologías de esos estilos, cuyo fin era negar la represión, la mente cerrada y establecer su individualidad.
El look fue haciéndose un híbrido de elementos visuales: del
punk ochentero que indicaba rebeldía tomaron los lentes Wayfarer y chamarras de cuero, de los
beatniks cincuenteros y
nerds ochenteros, recordaron que ser inteligente es cool (lentes de pasta gruesa, sacos de cuadros), de la
época disco que evocaba la liberación afroamericana tomaron el cabello afro, las bandanas y chalecos, del
teknotronik (cultura
rave) noventero que expuso un nuevo siglo sacaron los colores fosforescentes, gorras y tenis Nike, lentes de persiana. Finalmente se instauró como generalidad el look que conocemos hoy, mezclando lo anterior con diseños gráficos y de modas propios del 2000: camisetas de serigrafía con leyendas irónicas, pantalones hiperajustados, botas vaqueras, camisas de cuadros, corbatines, imágenes de tigres, siluetas de pájaros, cortes de cabello asimétricos... Dando como resultado a los
hipsters de hoy, quienes pasaron a ser llamados de ésa forma
.
Estos
hipsters modernos nacen de una necesidad por ser aceptados entre un grupo de personas que se consideran cool entre ellos y que se dedican a aparentar que son cultos, creativos y progresistas -leen o pretenden leer, se dicen melómanos, ven cine independiente y hacen fotografía artística-.
Si bien es verdad que el mercado -las disqueras, las casas de diseño, hasta la industria cinematográfica- ha buscando la manera de abarcar esa audiencia y popularizar el estilo, también estos
hipsters han caído en la paradoja de que, al querer ser únicos todos, se vuelven un cliché desgastado. Es cierto que todos los movimientos contraculturales se han maleado y contaminado por lo que supone el neoliberalismo, y puede ser cierto que nuestra generación ande confundida, perdida en la vanidad del mundo postmoderno, pero bueno, de alguna forma debe alimentarse la evolución cultural.