jueves, 30 de junio de 2016

Así es como se vive el acecho de la muerte

1

Hoy se cumple un año de que intenté
abrirme las muñecas

muñeca, muñeca, tienes que calmarte
decía la consciencia fuera de mi cuerpo
decía él, el hombre
que me amó desde los 15

esa noche decidió ya no amarme
porque me amaba, pero en el fondo
se amaba más a él mismo
y eso era sano
y eso era bueno para él

yo era mala
un imán gigantesco para los cuchillos
navajas, picahielos
cualquier punzocortante

pluma fuente
abrecartas
alfileres bajo las uñas
enterrándose y escarbando
profundo profundo

(con qué facilidad una enferma
ve en todas partes
el acecho constante de la muerte)


2

yo era un espacio lleno de sombras
una nube transportando tormentas
de un lugar a otro de la casa

él era un silencio tan hermoso
brazos fuertes
me sostenía, me sacudía
muñeca, muñeca, tienes que calmarte

yo era un bicho, una víbora
yo merecía que me aplastara
con la planta de sus pies fuertes
de hombre sano

él se quedó a mi lado
para empezar de nuevo
para olvidarnos juntos de la enfermedad


3

hoy hace siete meses
intenté por segunda vez abrirme las muñecas

semanas antes había llevado
un germen en el vientre
su circularidad imperfecta en el sonograma
su tutututututu en el estetoscopio
me encendían algo en el rostro
acaso una mueca parecida a una sonrisa
acaso una promesa de que ya no sería
una muerta transitando en el mundo de los vivos

viviría y tendría en mis brazos
algo bueno que acaso iba a crecer
y se haría hombre
y se parecería a él


4

él era mi entereza
él me decía tranquila, muñeca
mientras yo sudaba en la camilla de la ambulancia
un aguacero de entre mis piernas
y ¡pum! yo tenía
una bebé muerta en el vientre
y ¡pum! yo quería
haberme abierto las muñecas
antes de haberlo visto a él llorar

(recuerdo sus manos tomando la mía
mientras yo expulsaba un producto viscoso
en la cama del hospital
algo que acaso tenía su nariz
y mis ojos
y unos pies diminutos
que jamás podré besar)


5

Hace unos meses que no pienso
en abrirme las muñecas
mi terapeuta me ha enseñado a respirar
a dejar que los pensamientos
se marchen con las nubes
se lleven las tormentas a una dimensión paralela
donde aún soy una enferma y no tengo a nadie

Pero aquí lo tengo a él

Cada día río más
cada vez recuerdo menos
no me tomo la vida (ni la muerte) tan en serio

y él, el hombre
no ha renunciado a mí
porque yo no he renunciado a mí
porque el amor nunca renuncia a sí mismo

la luz domina eventualmente
y las semillas
pueden germinar
siempre que las sembremos
en un patio fértil




miércoles, 8 de junio de 2016

Nuevo ítem en mi curriculum: "domadora de adolescentes"

Este texto es un homenaje a mis amigos maestros,
a quienes admiro y respeto 
por el tiempo que invierten en tan noble causa.


Hace unos meses entré a trabajar a una preparatoria "charter" en uno de los barrios bajos de la ciudad. Me contrataron a medio año escolar para hacerme cargo de cinco grupos de primero de prepa (unos 140 estudiantes), cuya maestra anterior no los había guiado propiamente ni les había enseñado gran cosa. Así que los chicos estaban no sólo retrasados en el currículo, sino que no tenían estructura como salón de clases, entre ellos había un ambiente tóxico y no estaban acostumbrados a la disciplina ni a aprender. 

Me costó mucho sacarlos adelante. No se respetaban entre ellos ni me respetaban a mí, veían el español con desprecio. Cambiar estas conductas y percepciones culturales son un trabajo que requiere de años: yo sólo tenía ahí unos días. Las primeras semanas llegaba a mi casa a llorar toda la noche. Trabajaba de nueve a quince horas diarias, más los fines de semana que era cuando me dedicaba a calificar y preparar, cuidadosamente, clases que los inspiraran. 

Pasaba mi tiempo libre leyendo sobre educación, disciplina y métodos de enseñanza, tenía sueños recurrentes con los alumnos y con mi propio pasado preparatoriano. Las pocas veces que salía a la calle, veía gente con rasgos o estilos de vestir parecidos a los de mis compañeros de trabajo e inmediatamente creía que eran ellos.

Varias veces estuve a punto de renunciar: ya el doctor me había recetado pastillas para la ansiedad, tenía gastritis y una laringitis que me arrancó la voz de tanto malgastarla. No me di por vencida pues pensaba en la maestra que ya había renunciado a esos alumnos, y el hecho de que otra vez alguien renunciara a ellos no iba a ayudarles en sus auto-estimas, especialmente con lo difícil que es ser adolescente en estas épocas. Así que seguí, con todas las ganas, mostrando siempre la sonrisa, tratando de ser positiva y de que vieran en mí un modelo a seguir, pues a muchos de esos muchachos los únicos adultos que les hacen caso son los profesores.

Ayer fue el último día de clases y de mi grupo más problemático, unos diez estudiantes se acercaron a darme un abrazo. Los niños que al principio me odiaban ahora me saludan en los pasillos, unos me vienen a buscar al salón para cotorrear conmigo u oír música, y una niña me escribió una carta (hasta la tradujo con Google al español, awwe) en la que dice: 

usted es muy valiente por venir en medio del año, no somos los mejores estudiantes pero tratamos. Estoy muy orgullosa de tener una maestra tan valiente, tan agradable y tan responsable. Le deseo lo mejor porque es una heroína que nunca se da por vencida con nadie, no importa qué. Usted es mejor que nuestra última maestra y no ha renunciado a nosotros todavía. Espero regrese el próximo año ya que será un nuevo comienzo y una nueva oportunidad para los estudiantes nuevos". 
No voy a regresar el año que entra, aunque a estas alturas ya considero esa escuela como mi segundo hogar: los compañeros de trabajo (maestros, consejeros, directoras, subdirectores, prefectos) son increíbles y la administración apoya mucho a maestros y alumnos. Extrañaré a mis niños, quienes definitivamente me dieron una gran lección de vida, pero por el momento mi lugar está en otra parte.



 
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