jueves, 16 de septiembre de 2010

México lindo y querido.

Ayer celebramos en México doscientos años de Independencia -al grito de "libertad"- y cien años de Revolución -al grito de "igualdad"-. Y la verdad es que yo he tenido sentimientos encontrados con respecto a esto del Bicentenario.

Primero fue la negación, pues no somos libres (no puede uno salir a la calle por miedo a las balaceras), ni somos iguales (tan sólo comparar cuánto le pagan a un político por ir a descansar el culo a una oficina con aire acondicionado, y cuán poco gana un indígena que trabaja su tierra al rayo del sol). Entonces viene la amarguez, el enojo contra los gobiernos: "¿qué celebramos?, no gasten en celebraciones, mejor gasten en combatir el crimen, en ayudar la pobreza, hipócritas, traidores, ratas..."

Pero ayer me aprisionó la nostalgia y me dio por prender la TV nacional (cosa que nunca hago), entonces vi la transmisión del grito de Independencia, allá en el Zócalo capitalino, y me invadió un sentimiento inexplicable al ver pasar docientos años de historia frente a mis ojos en un carnaval donde cada uno de sus elementos me resultaban sublimes, hermosos, dignos de festejarse (los danzantes típicos, la serpiente emplumada, el carro con juguetes mexicanos, las doce castas de la colonia, nopales, sombreros, el ángel de la libertad, el mariachi, los huapangos, las rancheras, los boleros, etc).

Así que desistí del pesimismo con el que he vislumbrado el Bicentenario durante todo el año: la violencia no se va a acabar, la desigualdad y la oligarquía y la corrupción van a seguir, pero por todo lo demás que es y ha sido México, creo que merece la pena hacer fiesta, amén de que una celebración de éstas sí une a las personas (recordemos la vez que ganamos contra Francia en el mundial, ese día fue el que menos muertes se registraron en el país -suena tenebroso pero, de lo malo, lo mejor-).

Yo me pregunto cuántos violadores, asesinos, rateros de todos los tipos (desde el presidente pues, hasta el morador de Tepito que llevó a su novia a ver los juegos pirotécnicos) no hubo anoche en Zócalo; mas por un momento dejaron de ser criminales para ser solamente mexicanos, para ser sólo hijos de la Madre Patria que se enorgullecen de nuestra cultura, nuestra comida, nuestra música, nuestros colores, nuestros juguetes, nuestros bailes, nuestros artistas, nuestra vegetación; doscientos años de historia, de cultura grandilocuente, pueden borrar por una noche los momentos de desesperanza e impotencia, porque para eso son las fiestas. Así que a todos ellos los oí gritar "¡viva México!" de corazón, y sin más, me sorprendí a mí misma diciendo, como boba frente al televisor: "viva".

6 opiniones:

Marisol Vera Guerra dijo...

Querida, porque nunca hemos estado enojados con México. A quienes amamos este país de volcanes y relámpagos nos duele, precisamente, que esta celebración no se haga todos los días, en cada uno de nuestros actos (y sin gastar tanto presupuesto). Mientras muchos brindaron con tequila, otros durmieron sobre la tierra seca (o debajo de ella). Pero es esperanzador saber que millones de gentes pueden hallar un lazo en común, que los símbolos no han perdido por completo su brillo; entonces es posible reverberar la hermandad. Ser uno. Gracias por compartir con nosotros tu redescubrimiento de la Patria.

alexander wyrd dijo...

mmmmmmmmm si hubo una zona vip dentro de el zocalo, exclusivo para politicos e invitados especiales importantes, es decir q la demas gente no era importante era masa para que se viera bonito el festejo, mmm como extras quizas?

Erika Said dijo...

Pero ellos no se sintieron como extras. Quizá está en la Selección Natural que los políticos necesiten su VIP mientras a nosotros, al pueblo, nos gusta andar entre la masa, apachurrados y echando desmadre.

Yo en lo personal hubiera preferido estar en la explanada que en la zona VIP vestida de gala.

Erika Said dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Erika Said dijo...

Pero ellos no se sintieron como extras. Quizá está en la Selección Natural que los políticos necesiten su VIP mientras a nosotros, al pueblo, nos gusta andar entre la masa, apachurrados y echando desmadre.

Yo en lo personal hubiera preferido estar en la explanada que en la zona VIP vestida de gala.

Anónimo dijo...

Un México muerto no puede mejorar y aprender, por eso viva México.

 
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