martes, 25 de noviembre de 2008

Birthday girl

La levantan sus papás con una llamada de "felicidades, hija". Lo primero que hace en el baño, es verse al espejo. Las ojeras acentuadas por el maquillaje corrido, los cabellos quebrados y alborotados. Qué pinche vieja te estás poniendo. Se dice para en seguida reñirse a sí misma. Tú con tu pesimismo siempre, en lugar de ponerte a pensar "qué bueno que no tienes un hueso feo en la nariz o los ojos chiquitos".

Al elegir su outfit recuerda aquél cumpleaños, como a los diescisiete, en que le había dado por vestirse de princesa rocker -no le pregunten cómo era eso- y trajo una tiara de plástico por toda la escuela, recibió como mejores regalos, una blusa de Marduk, un paquete de tamarindos de mango y una cajetilla de Marlboro Blancos, que eran los que fumaba entonces.

Así desde su primer cumpleaños de Rosita Fresita -donde la piñata era mucho más grande que ella-, la habían acostumbrado a ser la princesa de su día. Años después, otro veinticinco de noviembre, se le había concedido ser la Sirenita, princesa de la playa a la que iba todos los domingos después de misa -y ahora que ni a la playa, ni a misa iba-. También fue la Bella en otra ocasión, princesa enamorada de alguna bestia que bien podría ser el niño más feo del salón y que para mejor desgraciarlo sus padres habían llamado Tomás, y todos le cantaban: "Tomás, qué feo estás". Pero a ella le parecía encantador a su lado en la foto del pastel. Luego fue Pebbles Picapiedra, luego la Power Ranger rosa, hasta que vino el "ya no quiero piñata mamá, quiero una fiesta con sonido disco".

A partir de ese cumpleaños se la había pasado bailando cada veinticinto de noviembre. Claro que por aquél tiempo bailaba tomando soda y comiendo Sabritas, jugaba Verdad o Castigo y la Semana Inglesa. A los quince bailó el Valz, en vestido azul marino -su mamá no la había dejado que fuera negro-, chambelanes, pastelote, video y toda la cosa... era tan la dueña de esa noche, que no le importó robarse unas cubas, como aprendería a hacerlo en las quinceañeras de sus amigas.

¿En qué momento empezó a celebrar brindando con su Ulises y con piñas coladas? Con cerveza de un peso el cuartito (en Ciudad Juárez, hacía cuatro años) o trepada en el escenario del 299 en el D.F., borrachísima, gritando por el micrófono "¡hoy es mi cumpleaños!". "¿Quién le invita una cubeta?", había dicho la vocalista de la banda de heavy metal. Unos weyes se ofrecieron, pero terminó pichándola el Quick.

Otros cumpleaños fueron de cantina y caguamas, o de whiskey barato como cuando Sarahí le regaló una serie de articulos fashion -porque ya desde hacía años había dejado el negro y se había obsesionado con el leopard print y el vintage-. Se acuerda que el año pasado nevó el mero día, y tuvo que trasladar la fiesta del patio a la sala, ¡y qué fiestón se armó! Baile frente al calentador y abrazos toda la noche.

Mientras elige su outfit de cumpleañera, ya no con el fin de parecer princesa sino intentando hallar en su closet prendas juveniles que le rebajen los años, a ver si con suerte le piden su ID para comprar cigarros, se pone a pensar en otros cumpleaños en los que estuvo sola a la luz de la computadora y al calor del vino tinto que teñía sus mejillas en tanto que pensaba: "a la chingada, en estas situaciones siempre está quien tiene que estar". Y ahí no estaba nadie.

Pero ahora comprende que esas fechas no se tratan de estar al lado de alguien bebiendo alcohol o comiendo pastel, porque eso sucede cualquier día. Más bien siempre está quien tiene que estar en la cercanía de una llamada, un mail, un mensaje de texto. Y qué mejor cuando es posible la cercanía de abrazos con los que le han dicho varias veces que siempre estarán con ella, así como los que de verdad ya no están pero siempre están, incluso esta mañana helada en que cumple veintitrés.

Y veintitrés no es tanto, es sólo más que veintidós. Años de experiencia que se le acumulan a uno en el cerebro y el corazón donde pareciera que no cabe más gente, pero que se sigue estirando y estirando como un globo incapaz de reventar. Reflexionar eso le sobra para pensar qué bien ha vivido aquellos veintrés años de tropiezos y carcajadas, y qué bien los surcos de las ojeras a las que tanto coraje les tiene, son como heridas de una guerra victoriosa que está a punto de ganar. La guerra de la vida. Happy birthday to me.

3 opiniones:

Shellwyz dijo...

Feliz cumple!!!!

Y claro que 23 no son tantos!!!

en caso contrario, 30 serían un chingo, y noooooo!!! jjajajaja

saludos!

Xoyoco Luperca dijo...

Señorita!!!
Yo no he podido estar físicamente con ud este día, pero sabe que las experiencias y el cariño compartidos son grandes y honestos. Deseo, sin embargo, que hayas recibido mucho afecto de ese, del cercanito. De aquí pa´llá va otro tanto que espero poder brindarte en un futuro no muy lejano en otros tantos lugares y situaciones.

Feliz contingencia, porque cualquier situación es oportuna para materializar la alegría.

Te quiero muchísimo =D.

Marche dijo...

Yeeeeeeeeeeei feliz cumpleaños a los dooos!!

 
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